Enlace Judío – La pandemia ha afectado casi todos los aspectos de nuestras vidas y quizás uno de los más complejos es del regreso de las niñas y niños a las aulas. Más allá del problema sanitario y económico, el mayor estrago de la pandemia será, sin duda, en términos educativos.

DR. MARCOS NAHMAD BENSUSAN

Esta semana, después de 17 meses del cierre total de la educación presencial en nuestro país, millones de niñas y niños regresarán a las aulas, a pesar de la incertidumbre de si la reapertura es una solución viable y responsable en este momento de la pandemia. Si bien es cierto que ahora sabemos mucho más sobre los mecanismos de propagación de este virus, tenemos un porcentaje importante de la población vacunada y contamos con experiencias de éxito en diversos países, parece que la decisión de reabrir las escuelas en un momento de rebrote de contagios causados por la variante Delta viene más por desesperación que por convicción.

El presente texto describe la evolución de una idea que nació para dar una solución a este problema, evolucionó a un proyecto académico de investigación y hoy ya es una propuesta basada en argumentos científicos, con el potencial de ser una alternativa viable para alguna fracción de la diversísima comunidad educativa de nuestro país. 

Quiero comenzar aclarando que no soy especialista en epidemiología ni salud pública. Mi laboratorio estudia los mecanismos mediante los cuales las células se comunican durante el desarrollo de órganos y que le permiten alcanzar un tamaño y forma específicos, un problema fundamental en la biología del desarrollo. Sin embargo, como a muchos otros científicos, la pandemia nos orilló a contribuir a soluciones de problemas coyunturales, no por deseo sino por necesidad. Si después de leer este texto, logro que al menos algunos de ustedes, estimados lectores, tengan una mayor apreciación de la importancia de la ciencia y la formación de científicos en nuestro país, considero que ya habré logrado mi objetivo. 

Mi segunda aclaración es que no soy un opositor del regreso a las aulas. Considero que cualquier solución a un problema de esta complejidad siempre traerá riesgos y beneficios, y considero que los riesgos emocionales, sociales, familiares, económicos y educativos de tan prolongado confinamiento estudiantil está teniendo más riesgos que los beneficios de mantener a l@s niñ@s aislados para contener la propagación del virus. Los expertos coinciden que el regreso a una educación presencial es absolutamente necesario. La pregunta es cómo hacerlo de forma que se minimicen los riesgos, sobre todo en condiciones de alta propagación comunitaria como la que estamos experimentando en este momento en nuestro país.

Estudios en diversos países han mostrado que cuando se mantienen adecuadas medidas de mitigación en las escuelas (como uso apropiado de cubrebocas, ventilación, distancia y seguimiento de síntomas y contagios), no existe una asociación entre los contagios en la sociedad y los contagios dentro de la escuela, pero esto NO se cumple si las medidas de contención se relajan. Respecto a estos estudios hay que reconocer que sus conclusiones difícilmente pueden ser generalizadas a una sociedad tan heterogénea como la que existe en nuestro país. Aquell@s de nosotr@s que tenemos a nuestr@s hij@s en escuelas donde nos podemos dar el lujo de tener salones ventilados, personal y aulas suficientes para garantizar grupos reducidos, recursos para llevar a cabo protocolos sanitarios y de seguimiento de contagios, pruebas aleatorias y/o de casos sospechosos, etc. deberíamos poder tener un regreso a las aulas relativamente seguro.

Pero debemos reconocer que esto no es la realidad de la mayoría de las escuelas del país. Si queremos verdaderamente entender la dimensión del problema, debemos mirar la situación desde la perspectiva de muchísimas escuelas donde no existen, ni existirán a corto plazo, las condiciones para una reapertura responsable con base a la evidencia actual. No obstante, es precisamente en estas escuelas del país donde las tasas de deserción escolar son las más altas, donde hay más casos de abandono infantil, una disminución del aprovechamiento escolar, disfuncionalidad familiar y problemas económicos/laborales asociados a la educación a distancia. La pregunta que debemos entonces hacernos es: ¿Qué alternativa tienen aquellas escuelas donde no hay condiciones para regresar a las aulas y evitar la propagación del virus, pero tampoco podemos mantenerlas cerradas por el impacto psicosocial y funcional que está teniendo en las familias?

En junio de 2020, leí un artículo sobre cómo había sobrevivido una población de gorilas en África ante un brote de Ébola. El estudio concluye que el virus hubiera arrasado por completo con la población de gorilas, si no fuera por la existencia de algunos machos aislados. Afortunadamente el SARS-CoV-2 no es tan letal como el Ébola, ni las sociedades de gorilas se organizaron conscientemente para sobrevivir a esta catástrofe sanitaria, pero los resultados sugieren que la propagación del virus puede contenerse en burbujas aisladas y me sugirió la idea de aplicar este concepto en el contexto de la pandemia actual en comunidades escolares. Poco después, me enteré que el uso de burbujas de aprendizaje no era nueva, pero hasta ese momento solo se había implementado de forma empírica en otros países.

Fue así como en julio de 2020 surgió la idea de NÚCLEOS, en la cual propusimos que si bien no podríamos regresar a las aulas (ni por las condiciones del momento, ni por disposición oficial), se podrían formar pequeños grupos fijos de estudiantes o núcleos, dentro de los cuales l@s niñ@s pudieran interactuar de forma normal, pero no tuvieran contacto con niñ@s de otros núcleos (Figura 1). Para proteger la salud de los profesores, los núcleos seguirían tomando clases a distancia, rotando en casas de cada uno de sus integrantes (donde habría siempre un padre responsable). La propuesta no solo permitiría a l@s niñ@s interactuar, jugar y aprender con otr@s niñ@s sin restricciones dentro y fuera del horario escolar, sino que también permitiría a los padres no anfitriones retomar sus actividades laborales.

Por ejemplo, en núcleos de 4 integrantes, los padres de cada familia se encargaría de l@s niñ@s una semana al mes, y podrían salir a trabajar las otras 3 semanas. Finalmente, una de las ventajas de la propuesta, es que era flexible y voluntaria, y podría operar con aquellas familias que quisieran participar, sin afectar la operación del programa de educación a distancia para aquellas familias que no desearan o pudieran hacerlo. La propuesta contempla un monitoreo de síntomas y contactos en las familias que participan en los núcleos de forma que al detectar un posible contagio solo el núcleo afectado se fragmentaría por 14 días para evitar la propagación del virus.

Figura 1. Estrategia de segregación de la población escolar en núcleos o burbujas (Crédito de la imagen: Conexión Cinvestav).

En aquel momento de la pandemia, si bien la idea de NÚCLEOS fue atractiva y recibió cierta atención mediática, era solo eso, una idea. El siguiente paso era generar un modelo computacional y un protocolo de operación para poder llevarlo a cabo tomando en cuenta lo que se sabía hasta el momento del virus y su propagación. Aunque muchos colegios se interesaron en la propuesta, la idea era suficientemente controversial como para atreverse a tomar la decisión. Finalmente, un colegio accedió a proponer la propuesta a los padres de familia y logró que un número significativo de familias (50) participaran de forma voluntaria en un ensayo piloto con núcleos de 4 o 5 estudiantes. Cabe mencionar que nosotros, como investigadores, no tuvimos ningún rol en la implementación, pero las familias consintieron en que los datos pudieran utilizarse con fines de investigación. La propuesta se llevó a cabo entre octubre y diciembre de 2020. 

De forma paralela a la intervención en una escuela, planteamos un modelo computacional donde comparamos núcleos de distintos tamaños con un escenario de reapertura escolar con salones de 20 estudiantes y un profesor (todos utilizando cubrebocas) con el fin de contestar las siguientes preguntas: (1) ¿Qué tan probables son los contagios a través de los núcleos?; (2) ¿Qué efecto que tienen los contagios en la continuidad de las actividades presenciales; y (3) ¿Qué tan robusta es la propuesta ante diferentes perturbaciones en la operación del programa (tales como no reportar síntomas a tiempo o no utilizar el cubrebocas adecuadamente)?

Nuestras simulaciones computacionales mostraron que los núcleos pequeños de 4 estudiantes son muy efectivos en contener la propagación del virus. En particular, en el 82.2% de los casos de COVID-19 que se originaron fuera de los núcleos, NO hubo transmisión de la enfermedad a ninguna otra familia a través de los núcleos (fracción azul en Figura 2 indica que 0 familias fueron contagiadas a partir del caso inicial) y solamente en el 13.9% de casos, la infección pasó a solo una familia adicional en el núcleo (fracción naranja en Figura 2 indica que 1 familia fue contagiada a partir del caso inicial).

Resultados similares se encontraron en nuestras simulaciones del modelo de reapertura escolar con medidas de protección (Figura 2, derecha). Sin embargo, los núcleos pequeños presentaron una ventaja adicional sobre el escenario de reapertura de aulas: mucho menos interrupciones en las actividades presenciales ante un caso de COVID-19, lo cual no solo garantiza la continuidad de los procesos de aprendizaje, sino que da certidumbre a las actividades laborales de los padres de familia. Curiosamente encontramos un resultado similar en la intervención que se hizo en el mundo real, donde 3 de 5 contagios NO se propagaron dentro de las burbujas y en los otros 2 solamente hubo sospechas de contagios en una familia adicional, aunque es muy difícil determinar si esto fue efectivamente un contagio originado durante el trabajo en núcleos. 

Figura 2. Porcentajes de casos COVID-19 que fueron transmitidos a 0 (azul), 1 (naranja), 2 (verde), 3 (rojo), ó 4 (morado) familias a través de núcleos de 4 niños (izquierda) o en el modelo de reapertura escolar (derecha).

Nuestras simulaciones computacionales también nos permitieron mostrar que el modelo de núcleos pequeños es robusto ante imperfecciones en el comportamiento humano como un retraso en el reporte de síntomas (cuando un porcentaje de la población escolar no reporta oportunamente síntomas) y confirma otros estudios que muestran que la reapertura de las aulas sí podrían ser eventos de propagación comunitaria, si el cubrebocas no es utilizado adecuadamente.

En conclusión, nuestra propuesta ofrece una solución alternativa que podría ser de utilidad para algunas comunidades escolares donde no hay las condiciones adecuadas para la reapertura escolar, o para padres de familia que desean una solución intermedia entre la educación a distancia y un regreso a las aulas. 

Con esta propuesta, no pretendemos dividir más aún el complejo problema del regreso a clases sino sumar una alternativa más. La situación de la educación actual en nuestro país requiere del trabajo multidisciplinario de muchos actores, para ofrecer alternativas flexibles que contribuyan a que más niñas y niños puedan tener una educación segura y de calidad que mejore su desarrollo social y cognitivo, y disminuya la disfuncionalidad y ansiedad dentro de sus familias.  

Si desean conocer más sobre esta investigación, el artículo completo está disponible en esta liga.

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