Enlace Judío – Como desde siempre se sabe, un antisemita puede volverse más antisemita, pero nunca deja de ser antisemita.

ALEJANDRO KLEIN

Si los judíos no envenenan los pozos, si no asesinaron al Cristo, si los judíos no manejan el dinero del Mundo, si los judíos no tienen sífilis y nariz curva, si los judíos no regentean sociedades secretas que seducen inocentes niñas de trenzas, si los judíos no mantienen pactos con el Diablo y aunque Rosenberg y los nazis se hayan equivocado.

No importa, pues.

El sionismo no es sino una fase superior del imperialismo que deja de cualquier manera al descubierto la perfidia judía de siempre de aterrorizar, perseguir, saquear –en este caso- a un pueblo a todas luces progresista, inteligente, inocente: los árabes pues. 

Lean El País de España, dad una vuelta por Europa, visitad los cementerios judíos con sus profanaciones: el antisemitismo goza de una envidiable buena salud.

Ni 6 millones de muertos cambian un ápice esta perspectiva, pues, ya se sabe, y los intelectuales lo saben pero no quieren divulgarlo: en realidad no se asesinaron a más de unos pocos miles de judíos. La política perversa de Israel, las locuras de Ben-Gurión y la manipulación de archivos clasificados generaron esta idea sombría de campos de concentración, genocidio y barbarie, que en realidad no fue así, se exagera, se manipulan los hechos, pues al final resulta que el mariscal Göring en Nuremberg tenía razón.

Pero volvamos al punto inicial: nada de lo escrito aquí, con mayor o menor ingenio, convencerá a ningún antisemita. Una vez antisemita, se es antisemita para siempre. Por supuesto difícilmente un antisemita deja en claro el odio irracional y patológico que siente por los judíos. Dirá que es justa indignación por la muerte del Cristo, que los judíos se roban el dinero del mundo, que son una raza claramente inferior, o que, en la versión europea intelectual moderna, que es claro que el sionismo es un imperialismo que revela el afán anexionista milenario del judío. Insisto, nada de lo que se diga o escriba o explique hará que el antisemitismo desaparezca. Ni los 10 tomos de la Historia del antisemitismo de León Poliakov, ni La cuestión judía de Sartre ni los eruditos trabajos de Roudinesco y Hanna Arendt. Nada. Una vez antisemita: antisemita.

Un dato entonces para nada curioso: en el catálogo contemporáneo cultural de lo políticamente incorrecto no entra el antisemitismo.

Ser machista, antifeminista, racista, despreciar a los pobres, es políticamente incorrecto. Censurado, prohibido, causa de despido y persecuciones. Pero ser antisemita, es políticamente correcto.

Hablar contra el Estado de Israel, manifestarse contra la usura judía, denunciar cómo los profesionales judíos roban clientela, alertar sobre los comportamientos inadmisibles de la secta hebrea, es políticamente correcto, está bien y es alabado.

Vean la izquierda europea. Es antisemita. Atrapada en la maraña de la mayor de las confusiones, y ansiosamente deseosa de evitar cualquier problema con el poder árabe no duda ni vacila en denunciar las maquinaciones sionistas y el afán ilimitado de su expansión codiciosa por territorios palestinos. Como otrora al judío lo consumía la codicia por el oro, hoy lo mueve la codicia por esos territorios para expulsar y perjudicar al democrático pueblo árabe. Cierto feminismo de izquierda europeo no vacilará en ir un poco más en el terreno de las denuncias y alertará que detrás del Estado judío (en este punto, ya no es necesario el disimulo del sionismo) está la encarnación misma del raudo patriarcalismo y sus actitudes de violencia descarnada y primitiva…

Todo judío sabe lo que es el antisemitismo. Antes o después lo detecta en comentarios, miradas, cambios de actitud, o insultos o palizas. Todo judío sabe, antes o después, que ser judío es soportar la violencia, la ignorancia y el odio. Patético decirlo, pero ciertamente si un judío se reconoce como tal ha de albergar en sí las marcas del odio y la persecución.

¿Cómo? ¿Los judíos siguen siendo perseguidos? ¿Cómo me atrevo a enunciar eso en este mundo de plena libertad, de tolerancia máxima, de ciudadanías consolidadas? En este mundo de alegres festivales gays y transexuales, este mundo de marchas feministas de pechos desnudos donde se vocifera con terribles voces germanas, este mundo que ha logrado picos de tolerancia irrestricta, igualdad andrógina, y donde la alegría impera por doquier. Este mundo que es el ejemplo de todos los mundos y la envidia de todas las ruines civilizaciones que nos precedieron.

Pues sí, qué lástima arruinarles el festejo. Qué pena echar abajo estas luces de colores y guirnaldas violetas. Qué sensación ruin traer estas malas noticias. Este maravilloso mundo que es tanto o más antisemita que el Tercer Reich.

Mundo donde los judíos siguen perseguidos, observados, catalogados. Se abre una enciclopedia y en el sector de Marx, Freud o Einstein dice: “que nacieron en una familia judía”. ¿Pero cómo que nacieron en una “familia judía”? O sea, por eso fueron judíos? ¿Por cargar ese lastre, ese maldición de una herencia maldita, que parece que nunca se acaba?

Pero si busco Engels, no dice: “nació en una familia cristiana”. Ni en Debussy, ni en Jung. ¿Por qué pues la aclaración va para un lado y no para todos lados?

Detengámonos un minuto en este punto, pues lo de la familia judía es muy relevante. Pues te dicen: “ah, eres judío porque tus padres son judíos”. O sea, la culpa es esta obstinación enfermiza, patológica de los judíos con sus ancestros, su pasado, su tradición… En una época donde ya no hay tradición, ni legado, ni antepasados, quizás sea una afrenta.

Pero lo de los padres viene también por otro lado. Porque esos padres eran avaros, retorcidos, sucios y lucraban con la usura. Pero ustedes, los nuevos judíos, los judíos de este fantástico mundo tolerante y cosmopolita no son así. No deben ser así. Ustedes son la nueva generación. Ustedes son ilustrados, intelectuales, ustedes son los profesores judíos, los psiquiatras judíos, los odontólogos judíos. La gente ahora dice: “Mi ginecólogo es judío”…y ya está todo dicho: es inteligente, es el mejor. Es la horrenda y para nada advertida, nueva vertiente del antisemitismo moderno, la que afirma (creyendo que hace un favor a los judíos y que los judíos deben pues raudamente agradecer): los judíos son inteligentes y los mejores ingenieros, los mejores científicos, los mejores arquitectos. Busque un profesional judío y tendrá el mejor trabajo al mejor precio (porque por supuesto: los judíos siguen amando el dinero).

Ahora el judío da prestigio. El nuevo judío bien vestido, bien hablado, bien afeitado y que no debe saber hebreo ni de las tradiciones de su pueblo, causa prestigio. Las universidades se cuidan así bien de tener algunos puestos académicos ocupados por judíos. Lo mismo los gobiernos, los grupos comunitarios, los movimientos sociales. Un judío es ahora una inversión rentable. Permite una imagen simpática de modernidad y tolerancia en las instituciones y todo a bajo precio.

De esta manera, la verdad es que ya no tiene sentido continuar. No hay nada más para indagar ni para explicar. Y todo lo que se explique e indague no hará mella en el antisemitismo.

Hace 21 siglos comenzó a forjarse el antisemitismo en el mundo. Y en el año 1096 fue la primera matanza de judíos en Europa. Desde entonces no ha parado ni parará.

Como todo en este capitalismo infatigable, hoy Auschwitz es un museo para pasar el fin de semana y amenizarse con las fotos de esos seres flaquitos y con ojos inexpresivos. Lo reitero aún más claramente: eso es Auschwitz hoy, un paseo de fin de semana para apenarse por esa gente que pasó hambruna y a la cual le mataron los chiquillos. Nada más.

Nada de esa Shoá que conmueve, emociona o hace pensar. Los esfuerzos de los intelectuales judíos por generar conciencia en los no-judíos, son ridículos y condenados al fracaso y los esfuerzos de las comunidades judías para celebrar la Pascua con católicos, luteranos y adventistas son simplemente patéticos.

Israel perdió la competencia de las redes y la propaganda. Israel es mala propaganda y es insultada impúdicamente en las redes. Y en este mundo de “libertades irrestrictas”, quien pierde el juego de las redes y la propaganda, lo pierde todo.

Los judíos saben muy bien lo que está pasando. Desde Auschwitz, los judíos ya no creen en el mundo occidental cristiano ni se pueden dar el lujo de la tontera o la distracción. Pero callan. O cierran los ojos. O se desahogan con pocos amigos y con mucha cautela. Es como que se avergüenzan del antisemitismo políticamente correcto de este mundo. O están confundidos. 

O no saben qué hacer.

O saben que ya no hay nada qué hacer.

 


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