Enlace Judío México e Israel – Las voces israelíes por la paz son muy diversas, aunque con puntos coincidentes, así lo deja ver el escritor y periodista judío Enrique Rivera, autor de un reciente libro: Nitzavim, Presencia y voz de los judíos en Israel, disponible escribiendo a [email protected].

Para tener respuestas más claras y no dejarse guiar solo por lo que dicen los políticos o por lo que publica la prensa, el autor salió a la calle a preguntar directamente a quienes padecen los peligros de todos los días por la permanente y prolongada incertidumbre que desde hace décadas se vive en Israel.

Enrique Rivera es periodista, escritor, locutor, fotógrafo, y también es colaborador de Enlace Judío. Ha publicado Antes de que sucumba ese tiempo. Ahora habla de su nueva obra, Nitzavim, en esta entrevista con May Samra, directora de Enlace Judío.

El autor comienza relatando los trabajos que tuvo que pasar para concluir este volumen en el que concentra mucha voces, a partir de preguntarse quién escucha a los israelíes frente al largo conflicto regional. Primero, en 2014, cuando una lluvia de misiles cayó sobre Israel, el mundo “como que decía: -Bueno, ya pasó”. Pero cuando Israel respondía, muchos pensaban que era con una fuerza desmedida. Entonces el escritor se preguntaba sobre lo que realmente sentía el israelí de la calle, estando bajo fuego…

“Tengo la experiencia de que en 1991 me tocó a guerra del Golfo Pérsico en Israel, y deben saber que no se siente nada bien estar en un baño con tres o cuatro personas y con tu mascarilla antigás; además estar escuchando las sirenas y oyendo al Papa o a quien sabe quiénes, como diciendo que ‘por favor, Israel no reaccione”.

A partir de esas duras experiencias, Enrique Rivera quiso saber cómo vivía el israelí esos momentos de angustia: “Ojalá que nada más hubiera sido una experiencia, pero desde 1948 y hasta hace muy poco, para la gente que vive en la Franja de Gaza, esos momentos de terror son una experiencia continua”.

Quién nos escucha a nosotros

Desde un inicio Enrique Rivera tuvo presente que los palestinos también sufrían con cada estallido que escuchaban en sus cercanías, y no les negaba la veracidad de sus argumentaciones, pero su mayor preocupación se expresaba en la pregunta –“Quién nos escucha a nosotros, quién habla de nosotros, quién dice: ‘Oye, yo también tengo padres, hijo, hermana, que sufrió, que ha ido a la guerra’”.

Así emprendió el extenuante y riesgoso trabajo de salir a la calle a conocer las inquietudes de los israelíes, para darles voz en su libro. “Yo fui a Israel y la primera entrevista que tuve fue en Francia, en París, porque volé México-París-Israel; primero fue un rabino”.

Ya en territorio israelí Enrique Rivera prosiguió con sus encuestas y fue acumulando tan diversas como interesantes opiniones de los residentes. Una condición que se había puesto era que los entrevistados tenían que ser judíos israelíes o judíos con otro origen, pero viviendo en Israel.

En general, lo que hizo el autor de Nitzavim fue salir a buscar a la gente, hablando en un hebreo suficiente para entenderse: “Y por eso me ponían atención o porque me veían cara de inocente”…

De muchos entrevistados, solamente una persona le dijo que no: “Fue una mujer que estaba en Jerusalén, en un café”; se le acercó y le planteó su tema: -“Sí, adelante”, fue la respuesta. Entonces le lanzó la primera pregunta: -“Qué te hace quedarte en Israel, si es tan peligroso”… Ella detuvo la breve conversación visiblemente perturbada: -“Mira, en estos momentos estoy decidiendo si me quedo o me voy…no me hagas la entrevista, por favor”.

¿Quién es el enemigo para ti?

Todos los demás residentes que abordó Enrique Rivera fueron colaborativos: “De la tercera edad, de la cuarta, de todos lados. Lo interesantísimo es la variedad de respuestas”.

Una de las preguntas que les hizo fue: -“¿Quién es el enemigo para ti?-” Las respuestas que obtuvo fueron muy variables. -“Mira, somos nosotros mismos”…Otros decían: – “Es el árabe”-; y otros más: -“Pues, depende…”; algunos respondían: -“Los de la izquierda nos causan problemas…”-

Fue increíble -subraya el entrevistado-, y resalta la de una joven mexicana, que así respondió: -“Yo tengo tantas voces adentro que a veces tengo que callarlas, porque por un lado me dicen una cosa y por otro me la cambian”-…

No es que los israelíes sean esquizofrénicos –acota Rivera-, no es el caso, sino que “esa variedad refleja el grado de conciencia que es importante dentro del judaísmo y por lo que es muy difícil a veces tener una sola respuesta”.

Porque es un hecho –expresa la entrevistadora- que en Israel todo mundo está metido en política, todo mundo tiene una opinión, aunque siempre salta el interés sobre las respuestas de mayor impacto, las que prevalecerán en la mente del autor.

Rivera se encontró en Jerusalén a una persona “de su misma especie”, o sea un fotógrafo, como él, y algo que le impactó fue que le dijo: -“Mira, hay que tener mucho cuidado con las añoranzas, con los mitos, con las leyendas, con las aspiraciones nacionales incluso”-. Su interlocutor –precisa Rivera- se refería a la construcción de un tercer templo, dentro de Jerusalem: -“Eso sería una bomba de tiempo”-…

Y el escritor coincide en que es importante no confundir la cuestión religiosa o espiritual con la política, “dejémoslo separado”.

El dolor de una madre

Enrique Rivera cuenta otro caso que lo estremeció, el de una mujer que perdió a su hijo, en un incendio, un niño de 14 o 15 años… Se le enchina la piel cuando recuerda la pregunta que le lanzó: -“Qué se siente que de repente un día tu hijo viene en la mañana, te saluda con un beso, se despide y ya no lo vuelves a ver”-… –“Siento como un cuchillo dentro y como si me lo retorcieran”-.

Rivera no olvida a su primer entrevistado, el rabino en París, cuando le dijo: -“Yo honro a la gente árabe”-…y le reveló que un día estaba en la sala de espera y al ver pasar a un hombre mayor, él se levantó para darle el honor. -“¡Que padre! No hallo cómo expresarlo”-, subraya el autor.

En otro caso, un argentino le comentó que si alguien pusiera unas tiendas a la orilla de la autopista y vendiera comida árabe con pastelitos, y odaliscas, se llenaría de clientes…-“Quiere decir que no nos odiamos tanto, pero no encontramos el camino de la paz”.

Pero ese camino existe, sin embargo. El autor lo ilustra con otro relato que le contó un amigo. En un fin de año se encontraron dos jóvenes estudiantes, un israelí y un árabe, en la cocina de la residencia estudiantil: al israelí le ganó la lengua y lo invitó a su cuarto… Ahí estuvieron departiendo…Y como era año nuevo, de repente el israelí le invitó una copita de vino: -“Vamos a brindar”-

Supuestamente –comenta Rivera- los árabes, quién sabe hasta dónde, no toman vino… Pero lo tomaron, y cuando sonaron las campanadas, el israelí se levantó y dijo: -“Bueno, yo quiero hacer un brindis, pero quiero pedirte que me perdones, que nos perdones por todas los crímenes que hemos cometido contra ustedes”-… Según ese relato, ese árabe le respondió: -‘Mira, acepto tu brindis si tu aceptas mis disculpas también, por todos los crímenes y el terrorismo que hemos hecho contra ustedes”-….Ojalá –expresa Rivera- que ese sea el camino de la paz.

Terrorismo, el problema latente

Justo sobre el tema del terrorismo, como problema latente en su libro, Enrique Rivera comenta que le tocó vivir una ola de atentados, entre 1985 a 1991. Por esos días circulaba un chiste: que había una oferta de sandías, en la ciudad vieja; se podían llevar dos, una de cada lado, y un cuchillo en la espalda, esa era la broma… “Es lamentable… el cuchillo para mí es una imagen aterradora”…

El escritor cree que ante el conflicto árabe-israelí, pareciera que las visiones lo reflejan desde la lejanía, desde arriba: -“El problema es cuando tienes que bajar a nivel calle”-.

Lo que él pudo percibir en las calles y de acuerdo con uno de sus entrevistados, un criminólogo, un israelí descendiente de los asquenazí, es más tendiente a la paz, al centro… “¿Pero la gente que a las 12 de la noche tuvo que salir (de los países árabes) con una mano delante y otra detrás? …Eso quedó marcado en mucha gente”.

También resalta el escritor la posición de quienes no quieren más muertos. Un doctor en Física, le dijo: -“Mira, ya tenemos bastante con los árabes matando judíos, y yo no quiero que ningún extremista judío mate gente a mi nombre”…

También relata que cuando estudiaba fotografía en Israel, retrató a unas jóvenes palestinas, pero ellas alarmadas le rogaron que no fuera a publicarlas porque si sus familiares se daban cuenta podrían matarlas. “Hay que entender…hoy por hoy, con el resurgimiento del conservadurismo árabe, otra vez las mujeres talibanes están en una situación muy precaria y ojalá que tengan un aire de libertad, porque no se puede vivir así”.

Un pueblo dividido en clanes

En una de sus entrevistas, Enrique Rivera recibió una opinión contundente, de un joven mexicano: -“Mira, tú no puedes tener democracia con un pueblo que está dividido en clanes, uno te va a decir que sí, pero el otro que no”-.

Comenta al respecto que en una ocasión se acercó a una familia árabe y quedó sorprendido por la magnífica hospitalidad que le brindaron. Pero también alguien le advirtió: -“Mira, en su casa tú vas a ser el rey, pero saliendo de ahí nadie te asegura la vida”-.

En el mismo sentido, el escritor observa las dificultades a favor de la paz, y se pregunta con quién habría que negociarla. “No soy versado en esos temas, pero a la vista de dron, con quién negocias…están Hamas, Hezbolá, ¿cómo llegas a ellos? Creo que el meollo está en ‘mea culpa’, por ahí habría que empezar”.

 

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