Enlace Judío México e Israel – Múltiples son las lecturas del texto bíblico. Para algunos contiene la palabra de Dios que habría creado el mundo y sus moradores como prueba y expresión de su eterna e ilimitada presencia. Acto que obliga la humana gratitud más allá de su finita condición.

Para otros exhibe páginas de alto y singular valor literario que en múltiples idiomas obliga la prolija atención.

Y no faltan aquellos que resuelta o pasivamente se inclinan a ignorarlas por su carácter presumiblemente mitológico y superficial.

En cualquier caso son textos que encienden la imaginación de sus lectores al tiempo que les permite enhebrar reflexiones y fantasías. El Caín de Saramago es reflejo y expresión de esta perspectiva.

Adam y Eva aparecen aquí como los únicos habitantes de un planeta que aún debe resolver qué es y hacia dónde se encamina.

El señor – para el escritor no merece la mayúscula – conoce el tedio cuando observa el cotidiano y pasivo hacer de las dos criaturas que deambulan por el imaginario paraíso.

Para obligarlos a pensar resuelve meterles “la lengua garganta adentro”. Un acto que apenas reduce el tedio que les abruma.

Sin embargo, en el andar de los días ambos encuentran por fin la manera de superarlo cuando “por primera vez Adán le dijo a Eva, vámonos a la cama…”

El resultado: Abel y Caín aparecen entonces como novatos pobladores del planeta, y el odio del último al hermano- acentuado en el andar del tiempo- multiplica las aventuras del humano abanico.

Así, la humana historia con sus aciertos y fragilidades da sus primeros pasos.

Con un estilo singular que conspira contra la ordinaria sintaxis Saramago esboza en éste su último libro- traducido por Pilar su esposa- el ágil itinerario de Caín desde el asesinato de Abel, las íntimas aventuras con Lilith, el encuentro con Abraham, la irritación de Moisés con el pueblo que eligió, para culminar con las aventuras – entre intelectuales y navieras- de Job y de Noé.

Nombres que escribe con minúsculas ya sea para reducirlos a la humana condición, ya sea para sorprender- o irritar- al lector.

Entre uno y otro episodio Caín retorna a la mansión de Lilith para colmar con sensual calor el vacío que conoce en sus reiteradas aventuras.

Al final se une a la nave de Noé cuando ésta toca tierra. Caín sale del arca y abre paso a todos los animales que se multiplicarán en la tierra.

Escucha entonces la voz divina que pide saber dónde está Noé. “Por ahí muertos”, responde Caín. Y Dios le sermonea: “cómo te atreves, asesino, a contrariar mi proyecto… Eres malvado, el infame asesino de tu hermano…” Y Caín le recuerda: …”no soy tan malvado e infame como Tú… acuérdate de los niños de Sodoma…”

Entonces, el silencio conquista la escena. Y Saramago apunta…” la única cosa que se sabe a ciencia cierta es que siguieron discutiendo y que discutiendo están todavía. “

Así concluye el texto- y la vida del autor poco tiempo después- abriendo cauce a nuevas narrativas desde aquí hasta el verosímil término de la humana aventura.

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