Enlace Judío – En la antigüedad, la religión no era vista como nosotros acostumbramos verla. Olvídate de buscar una relación personal con D-os, o de buscar el cultivo de tu espiritualidad.

La religión sólo era un cúmulo de ritos colectivos que tenían como objetivo convencer a los dioses de que fueran amables con el campo, con las mujeres (para que fueran fértiles), con nuestros ejércitos o con nuestras finanzas. Si lo dijéramos en términos modernos, la religión era un asunto de seguridad nacional, no de devoción personal.

Fue el pueblo judío el primero que exploró otras posibilidades de la religión: la riqueza interna y espiritual que todo ser humano puede y debe cultivar.

Irving Gatell nos explica por qué fue la experiencia del exilio en Babilonia la que impulsó al judaísmo a dar este paso revolucionario. Y es que fue allí donde apareció, por primera vez en la historia, un fenómeno bastante extraño y atípico para aquellos tiempos: una diáspora (la diáspora judía).

Estar fuera de nuestra nación, pero conservar nuestras creencias y nuestras prácticas religiosas (además de inventar el concepto de sinagoga), nos ayudó a dar el primer paso en la construcción de un modelo dinámico social que se puede adaptar a cualquier condición y que, por lo tanto, ha sido crucial para la sobrevivencia del pueblo judío.

Y todo comenzó allí, en Babilonia, ciudad en la que floreció una magnífica comunidad judía durante unos mil quinientos años, y de la que todos —de un modo u otro— somos sus hijos.

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