Enlace Judío México e Israel – A cada rato escucho chistes e ideas serias acerca de diferencias entre hombres y mujeres. Unos y otros comentan que no entienden al otro género. Parecería que unos hablan japonés y los otros, ruso. ¿Cómo puede ser si ambos crecieron en la misma ciudad, en la misma colonia… muchas veces, en la misma casa?

Observar como muchos educamos (y para mi total sorpresa, aun hoy en día en muchos hogares) a unos y a otros nos da pautas para tratar de responder a esa pregunta.

A las niñas les asignamos tareas tipo barrer, lavar y cuidar a otros. Las invitamos a expresar sus emociones, a conversar sobre lo que sienten, acerca de lo que les preocupa, lo que las alegra, lo que las frustra y entristece. Les damos ejemplos de cómo ser empáticas, como expresar compasión, como dar y recibir cariño y atención. Podríamos decir que les ofrecemos las bases de una educación en humanidad, en inteligencia emocional, en capacidades de desarrollo personal y sobre todo, relacional. Ese importante fundamento lo llamo “el ABC”… es decir, lo más básico del desarrollo humano.

De los hombres tradicionalmente (y repito, no solo tradicionalmente: hoy en día se sigue repitiendo este patrón en muchos hogares) esperamos algo totalmente diferente: toma de decisiones firme (hasta autoritaria), liderazgo, trabajo y un enorme control en la identificación y expresión de emociones. Veo que prevalece una comunicación opacada por groserías, por autoritarismo (no hablan, no se comunican, simplemente dan órdenes e instrucciones). Crecen sin el ABC: sin un buen ejemplo de cómo recibir y como mostrar empatía y compasión; de cómo expresar diferentes emociones, no solo enojo (la emoción que con mayor facilidad expresan quienes fueron educados en este esquema); de cómo ayudar a otros, de lo que es una escucha activa (escuchar realmente involucrándose en las necesidades, valores y motivaciones del otro; no solo a partir de uno mismo).

Sobre ese marco de referencia han ido llegando movimientos e iniciativas de grupos feministas, de Naciones Unidas y de bancos de desarrollo que apoyan el desarrollo de las mujeres… a nosotras nos van abriendo nuevas oportunidades de estudio y trabajo, de tomar decisiones y no solo seguir las órdenes de otros, de analizar y pensar, de crear e innovar. Todas esas acciones le correspondían en el marco tradicional solo al hombre. Y en el nuevo esquema no se ofrece nada nuevo al hombre.

Se crea un vacío espantoso: la mujer tiene una estupenda base emocional y de servicio a terceros. Sobre esa “varilla de primera” le vamos facilitando (falta muuuchoooooooo todavía… pero ya arrancamos) nuevas y muy variadas oportunidades. Y el hombre sigue sin el ABC, y además aquello que su derecho (ej. ser quien decidía, quien tenía más opciones), lo estamos teniendo en gran medida las mujeres, y esos trabajos muchas veces lo estamos desempeñando mucho mejor que ellos.

¿Cómo reacciona el hombre? Con frustración, enojo, duda, sorpresa… que se traduce con frecuencia en diferentes tipos de violencia: física, verbal, sexual y económica.

Podríamos ver como tener pláticas de mayor calidad y profundidad con hombres y mujeres, y como desarrollar formas más inteligentes y equitativas de relacionarnos y de educar a nuestros hijos.

Esta es una invitación a ir educando en un marco de equidad de género.


 

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