Enlace Judío – Una de las mayores virtudes de la poesía es que le da fuerza a la palabra. Nos permite ver aspectos de la realidad que sin su lectura no seríamos conscientes, y a raíz de ello podemos generar una relación nueva con el mundo. La poesía íntima habla de nuestros sentimientos, de cómo el mundo externo influye directamente sobre nuestro interior, y al ser una de las formas más particulares e individuales de expresarse, se vuelve universal cuando el lector puede entrar al mundo del poeta. Yehuda Amijai es uno de los mejores poetas que Israel tiene, sus obras han sido traducidas a más de 40 idiomas y ha ganado numerosos premios; incluso fue nominado al premio Nobel de literatura en su momento. Su poesía deambula entre lo privado y lo político, lo tradicional y lo moderno. Casi todos sus poemas reflejan cómo ciertas situaciones impactan directamente sobre nuestra persona.

Escribe sobre Jerusalén, sobre el pasado religioso que vivió en su infancia en el seno familiar, la forma en que la tradición judía influye individualmente, las desilusiones frente al mundo y primordialmente la dureza y dolor de la guerra. Es un hombre ateo que añora creer y al mismo tiempo le duele la desilusión y la mentira que creer involucra. Habla constantemente de la muerte, el contraste entre lo que las doctrinas proponen y la realidad que el hombre enfrenta al verse en la necesidad de ser soldado. Ataca tanto a religiosos como seculares, al enunciar las dificultades que las distintas ideologías presentan a nivel político, pues los sueños y exigencias de las mismas generan división en la persona y en la realidad nunca son como se pintan.

La crudeza con la que narra las guerras es bastante loable y aún así se permite embellecer el lenguaje que usa, hacer juegos de palabras. La tradición, las ideologías y la política todas se juntan en un sólo poema y así como habla de su padre, o de los valles de su casa, de la mujer que ama, también en el mismo poema recuerda la muerte y las enseñanzas bíblicas que obtuvo en su infancia; todos los elementos se impregnan de nuevos significados a través de ello. Nada está realmente aislado, la tragedia convive con el amor, la historia y las creencias condenan la situación actual del poeta.

Nació en 1924 en Alemania a sus doce años pudo huir de Hitler junto con su familia, pasó un año en Petaj Tikva y terminó de crecer en Jerusalén, en una escuela y un barrio ortodoxo. Era miembro del Palmaj, de joven luchó en la Segunda Guerra Mundial y más adelante en la del 48, serían las dos guerras que más marcarían su poesía; aunque también fue soldado en otros conflictos bélicos como la guerra del Sinaí y la Guerra de Yom Kipur. Fue profesor gran parte de su vida y más adelante obtuvo el grado por estudios bíblicos en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Dio clases de literatura en varias universidades, entre ellas Berkeley y la Universidad de Nueva York. Falleció de cáncer a los 76 años en el 2000. Los siguientes son algunos de sus poemas.


La crudeza de la guerra y la historia como condena


Un niño es algo más

Una de sus mayores virtudes como poeta es que muestra lo duro y difícil que cualquier guerra tiene para quien la vive. En el caso de Amijai además en su poesía incluye una metáfora muy dura que es la del niño que antes de nacer ya está condenado a morir. En su poema “Un niño es algo más” traducido del hebreo al inglés por Chana Bloch [A Child is Something Else] juega con todo lo que un niño puede significar para la gente que lo rodea “un niño es venganza”.

Lo compara con Job a quien antes de nacer ya “han hecho sus apuestas sobre él” y lo compara con un misil, aludiendo a la posible guerra que va a vivir. Aclara que él aterrizó ese misil (es decir habla de su hijo) y al mismo tiempo a través de la repetición de “un niño es algo más” resalta la rapidez con el que el niño crece y se convierte en otras cosas: “Se despierta una tarde / y en un instante ya está lleno de palabras”. Resalta que ese niño no sabe la situación política y religiosa que lo rodea, ni que para otros su vida y su nacimiento puede tener significados e implicaciones complejas: “Rasca su cuerpo por placer, nada le duele todavía.” Y aún así “un niño es algo más” el poeta reclama que los seres humanos seamos vistos y utilizados de esta manera.

Poema: A Child is Something Else


Dios tiene piedad de los niños en el jardín

Este poema de Amijai traducido por Mario Camelo también trabaja con el mismo imaginario del niño que nace condenado. En este caso los “niños grandes” que salieron de la escuela son los soldados; fueron educados para ser soldados. Contrasta la calidez de la infancia y el cariño de una madre con la realidad de la arena que quema y hace sangrar.

Dios tiene piedad de los niños en el jardín

Dios tiene piedad de los niños en el jardín
Un poco menos de los niños en la escuela
Y ninguna de los grandes.
Les deja solos
A veces deben arrastrarse sobre la arena hirviente
Para llegar al lugar del encuentro
Y sangran.

Tal vez toma en piedad aquellos que aman verdaderamente
Los protege como el árbol protege al durmiente
Sobre el banco público.

También nosotros haremos la caridad, tal vez
De los últimos centavos que nos dejó nuestra madre
A fin que su felicidad vele sobre nosotros
Ahora y siempre.


Judíos en la tierra de Israel

Otra imagen que Amijai usa mucho es la del pasado judío y la tierra de Israel como una condena. Nuevamente un poema traducido por Chana Bloch “Judíos en la tierra de Israel” [Jews in the land on Israel] es uno de los que mejor generan esta metáfora. Se pregunta “¿Qué hacemos regresando aquí con este dolor?” y juega con el imaginario bíblico afirmando que “hemos olvidado nuestro origen. Nuestros nombres judíos en el Exilio nos delatan … la circuncisión nos determina como a Shejem y los hijos de Jacobo”. Empieza afirmando que nos hemos olvidado de dónde venimos y habla de los mitos que rodea la tierra, pero al hacerlo incluye mucho de la historia judía y el desplazamiento que la ha caracterizado desde el Exilio. Menciona el recuerdo de flores, de especies, de caballeros y ciudades medievales. Habla del sol que quema, del dolor en los ojos, se pregunta “¿Qué estamos haciendo con estas almas en la neblina?, con estos nombres, / con nuestros ojos de bosque, con nuestros hijos hermosos, / con nuestra sangre ligera? Termina por afirmar: “La sangre derramada no es la raíz de un árbol / pero es lo más cercano a una raíz que tenemos.” [Spilled blood is not the roots of trees / but it’s the closest thing to roots /we have].

De esta forma en el poema de Amijai la tierra de Israel se convierte en una metáfora de la historia judía y del dolor que la acompaña. Las preguntas no sólo son sobre la tierra de Israel sino sobre la identidad judía en general. Entre los versos cuando habla del olvido, del vagar, de los bosques también se atisba un leve reflejo de quienes llegaron a la tierra de Israel huyendo de la Shoá, como fue el caso de su familia.

Poema “Jews in the land on Israel”


No fui uno de los seis millones

Mientras que su serie “No fui uno de los seis millones ¿cuál es mi expectativa de vida?” es una reflexión muy bella sobre la Shoá (el Holocausto) y los impactos que ello tienen en la vida actualmente. El número seis habla de las columnas de humo y fuego que guiaban a los judíos en el desierto y lo compara con las guerras y las bombas que generan columnas de humo; usa el imaginario de las plagas al relatar los deseos que tenemos como hombres y son aplastados por el desarrollo de la historia universal.

Amijai habla también sobre el miedo que se queda en su cuerpo “la búsqueda desesperada por salidas de emergencia … por la desnudez de la tierra … por esperanza … / aún tengo dentro de mí el deseo de buscar agua viva / con un susurro a la roca o golpes desencajados” “La historia judía y la historia universal me pulverizan como dos molinos entre sus rocas”

Poema “I Wasn’t One of the Six Million


El parquecito plantado

Este poema de Amijai traducido por Edgar Amador, muestra un poco de la sencillez y crudeza con que Amijai retrata la muerte. Los deudos, la juventud y el silencio marcan la gravedad del dolor.

El parquecito plantado

El parquecito plantado en memoria del muchacho
caído en la guerra
comienza a parecerse
a él cuando tenía veintinueve años
Año tras año se parecen cada vez más
sus padres viejos vienen casi a diario
a sentarse en una banca
y mirarlo

Y cada la noche la memoria en el jardín
zumba como un motorcito:
En el día no le puedes oír.


La ilusión que no se cumple

Otro de los grandes temas en la poesía de Amijai es la religión y el contraste que se genera entre la expectativa que la misma genera y la realidad; lo que deseamos como humanos y el mundo descarnado que confrontamos. En sus poemas a veces la religión la menciona como una forma de condena a través de las las profecías, a veces como una desilusión, otras como un encuentro con su padre. Hay a la vez una especie de dolor en las formas que la religión lastimó su forma de ver el mundo y sus emociones, una desilusión enorme, y una añoranza.


La mentira de Shabat

En su poema “La Mentira de Shabat” recuerda cuando le mentía a su padre diciéndole que había ido a otra sinagoga. Cierra escribiendo que “Mi padre me regresó la mentira cuando murió: / ‘Me he ido a otra vida’”. Es una forma de recordarlo y desear que esté vivo, le causa desilusión no poder creer que aún vive.

Poema: Sabbath lie


Con una boca amarga

Nuevamente otro poema de Amijai traducido por Mario Camelo “Con una boca amarga” también habla de la desilusión frente a la realidad. Los primeros dos versos son sumamente contundentes: el mundo es como es, no como queremos que sea y la belleza de la religión no hace que la realidad se vuelva más dulce.

Con una boca amarga

Si con una boca amarga dices
Las palabras más dulces, el mundo no será
Ni más dulce ni más amargo.

En el Libro está escrito que no tendremos más miedo
Y escrito también que cambiaremos
Como las palabras
En pasado y futuro
En plural y soledad.

En las noches a venir, pronto
Apareceremos como teatreros ambulantes
Cada uno en el sueño del otro
Y en los sueños habrá desconocidos
Que no conocimos juntos.


Canciones de Zión la Bella

Canciones de Zión la Bella es una serie de poemas que describen  a Jerusalén, el número 36 se retrata los mercados con objetos religiosos y reliquias que abundan en la Ciudad Antigua; es una metáfora de los cientos de significados que a lo largo de los siglos la ciudad ha adquirido. Al mismo tiempo se compara estos deseos con la falta de fe que Amijai expresa al ver la oscuridad en el mundo. En otro de sus poemas el dice “los profetas han muerto” en éste simplemente muestra que no están.

Otro elemento interesante es que los objetos se refieren a momentos muy particulares de la historia bíblica, por ejemplo las Tablas de la Ley que fueron entregadas en el Sinaí.

36

Por las noches Dios saca la reluciente
mercancía de su estuche –carruajes santos,
tablas de leyes, primorosas cuentas, cruces y campanas-
y las guarda de nuevo dentro en cajas oscuras,
cerrando el postigo: “otra vez, ningún profeta vino a comprar”


Su padre

Amijai tiene muchos poemas sobre ambos padres y a ambos los asocia con el amor y el cumplimiento de la Torá en sentido religioso. En el caso de su padre además está incluido el elemento de la guerra del cual quiso protegerlo y un cuestionamiento sobre la paternidad en el ciclo de la historia y el tiempo. Cuando piensa en su padre, también piensa en el deseo de que la eternidad existiese sólo por volver a estar con él, aunque ya no cree en ello. El padre en ese sentido toma numerosos significados dentro de su poesía.


Una encuentro con mi padre

En el siguiente poema hay un contraste muy grande entre la cotidianidad y el cariño que se percibe entre hijo y padre del mometo que describe y el destino que le espera al poeta. Las dos guerra de las que habla son la Segunda Guerra Mundial y la guerra del 48, las dos fueron sumamente sangrientas. Cuando habla de las cerezas alude a la Shoá la oscuridad y el color rojo que menciona es una forma de aludir a la tragedia, al derramamiento de sangre y a la muerte. Hay un contraste muy fuerte entre ese momento cálido y las situaciones políticas entre las cuales se encuentra. El contraste se incrementa con el juego de ajedrez que acaba en jaque mate.

La imagen de Amijai como un actor en la oscuridad en los bastidores hace parecer al recuerdo una ilusión y muestra lo mucho que las guerras lo cambiaron; como si hablara de otra persona. El llamarse a sí mismo ’48 fortalece esa sensación de despersonalización que el destino trae con la guerra. El poema también toca el tema de la religión: tanto el ajedrez como los rezos fueron formas que su padre le dio su amor, aunque también se atisba el peso de la exigencia que toda fe conlleva.

La traducción en inglés del poema fue tomado de Poetry Foundation, en ella basamos la versión en español 

A meeting With My Father

My father came to me in one of the intermissions
Between two wars and two loves
As if to an actor resting backstage in half-darkness.
We sat in the Cafe Atarah
On Mount Carmel. He asked about my small room
And if I was coping on my meagre teacher’s pay.

Daddy, daddy, before you made me you must have made
Cherries that you loved,
Black with so much redness!
My brothers sweet cherries
From that world.

The time was the time of evening prayer.
My father knew I no longer prayed
And said, let’s play chess
The way I taught you as a child.

The time was October 1947,
Before the fateful days and the first shots.
And we didn’t know then I’d be called the generation of ‘48
And I played chess with my father, check-mate, ‘48

Un encuentro con mi padre

Mi padre vino a mí en una de las intermisiones,
entre dos guerras y dos amores
como si fuera hacia un actor que descansa tras la escena en medio de la oscuridad.
Nos sentamos en el Café Atará
en el Monte Carmel. Me preguntó sobre mi cuarto pequeño
y si me las arreglaba bien con mi sueldo magro de profesor.

Papi, papi, antes que tú me hicieras debiste haber hecho
cerezas que amabas,
¡negras, y con tanto rojo!
Mis hermanos bellas cerezas
de ese mundo.

El tiempo era el momento de los rezos vespertinos.
Mi padre sabía que yo ya no rezaba
y dijo: juguemos ajedrez
a la manera que te enseñé de niño.

El tiempo era octubre de 1947,
antes de los días fatídicos y los primeros disparos.
No sabíamos entonces que yo sería llamado la generación del ‘48,
y jugué ajedrez con mi padre, jaque mate ‘48