Enlace Judío – De momento es difícil anticipar cuáles serán los resultados del desalojo de Arieh Deri del gabinete presidido por Netanyahu.

En cualquier caso, las manifestaciones en contra de cualquier agresión a la Corte Suprema y a la estabilidad institucional del país habrán de continuar en los próximos días.

El abandono del gabinete por parte de Deri que hoy tuvo lugar, la actitud de Gallant como flamante ministro de Defensa en contra del levantamiento de nuevas colonias en Judea y Samaria sin la aprobación gubernamental, y los temores de los sectores empresariales del país por la probable pérdida de confianza en la economía nacional alientan en conjunto a las amplias masas que
el sábado último se congregaron en las principales ciudades del país.

Manifestaciones que se repetirán.

En estas singulares circunstancias recurro a la benevolencia del lector para pintar un breve retrato de Bibi y de Deri, dos personajes que hoy con silente grito se distancian.

Obviamente, la asimetría entre ellos es amplia. Bibi es un vertical ashkenazi, elitista, educado en Boston, con experiencias en tres matrimonios, que se deleita comiendo langostinos en contraste con un Deri, nacido en Marruecos, venerado por sus adictos, que viste tefilin, y cuida la kashrut.

El primero es hombre de mundo en tanto que el otro se codea con elegantes rabinos y gusta rezar en sinagogas amplias y ordenadas.

Sin embargo, ambos coinciden en no pocos asuntos. Están casados con mujeres dominantes, merecen aplausos y admiración en múltiples tribunas, y provocan una admiración personal que conduce a recordar a no pocos líderes que de algún modo, bien o mal, merecieron ingreso en la
Historia.

Más aún: los dos gozan hoy de un amplio apoyo humano y digital, de multitudes que los acompañan para protegerlos o para elevar su figura, y ambos descansan en amplias mansiones en calles principales de Jerusalén.

Desde los años noventa, Bibi y Deri obtuvieron subido relieve en el poder, pero hoy deben lidiar con jueces y tribunales que odian. Al primero le amenaza un áspero juicio y el otro ya conoció la cárcel.

Y entonces cabe preguntar: ¿están en verdad por encima del Estado que les ha dado lugar y prestigio? ¿Desprecian sin pausas a jueces y periodistas que ponen en duda la rectitud de sus decisiones?

¿Nos ayudarán a sobrevivir como sencillos ciudadanos más allá de las amenazas que hoy elevan en nombre de Israel y de Jehová?

Interrogantes que me abruman en esta noche jerosolimitana.

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