Enlace Judío – El próximo domingo celebramos Tu B’Shvat (el 15 del mes de shvat), esta fecha es conocida como “el Año Nuevo de los árboles”. Surge de una tradición cabalística que busca estudiar y recordar las leyes agrícolas que se perdieron con la destrucción del templo. En épocas de la Mishná, solía contarse la edad de los árboles para ofrecer las primicias en el tiempo adecuado; Tu B’Shvat era la fecha en que se llevaba a cabo la cuenta. Hoy en día lo que se acostumbra es hacer un seder en la noche, y estudiar las leyes de Mishná por la mañana o participar en proyectos de reforestación y cuidado de la tierra. Los siguientes son algunos aprendizajes que podemos adquirir en este día, nacen a raíz de estudiar las leyes agrícolas y las tradiciones de Tu B’ Shvat.

¿Por qué el árbol?, ¿por qué la fruta?

Lo primero que debemos entender al acercarnos el tema es la importancia que tienen los árboles y las frutas en la simbología judía: representan la relación entre D-os y el hombre y la perfección de la materialidad. Si nos fijamos bien los árboles a diferencia de las hortalizas prevalecen en el tiempo y requieren del cuidado constante del hombre y dependen más de las condiciones ambientales que otro tipo de cultivos; hasta la fecha no es posible o redituable cultivar árboles frutales en invernaderos, aún hoy siguen siendo huertas la forma más común en que se cultivan estos productos.

Lo que esto implica es que se necesita de D-os y del hombre para que la fruta se dé: se necesita de las lluvias correctas, del suelo adecuado, de las condiciones climáticas propicias, incluso de insectos como las abejas para una polinización adecuada; como también se necesita del trabajo del jardinero, de la siembra, de la poda, y la espera de varios años. La fruta es el resultado de esa unión, de ese diálogo que establecemos con el mundo; y como tal en los textos judíos se convierte en una metáfora de la relación que establecemos con el mundo exterior. De los deseos que el hombre pone al mundo a través de su trabajo y la respuesta que D-os le da con la fruta.

Se entiende también como la perfección del mundo material, precisamente porque es muestra de esa unión y del trabajo; la fruta es el ejemplo de cualquier forma de refinamiento.

Las ofrendas

Dentro de este contexto la Torá y a través de las leyes de orla, jadash y bikurim, se le pide al judío ofrendar las primeras frutas que los árboles dan. Está mitzvá (mandato / petición) tiene varias funciones: Por un lado le pone un limite a la materialidad de quien cultiva el árbol, y por el otro, le permite a la persona consagrar su trabajo. En la relación D-os hombre le permite al hombre tener una participación más activa. Le recuerda al individuo que las cosas le fueron dadas y que puede participar de algo más grande que sólo su beneficio; que está inserto en un mundo con sentido.

En el fondo toda ofrenda es un beneficio para quien la da porque le permite a la persona disfrutar con mayor gozo de la fruta que le fue dada.

El diezmo

En el libro Horeb rab Hirsch discute a extensión las leyes agrícolas de orla, jadash y bikurim y las une al mandato de jala que sigue vigente hoy; a la obligación de quemar u poco de la masa cuando se prepara el pan. Cualquiera de las cosas que menciona nos son útiles para Tu B’Shvat, pues precisamente habla de las leyes y ofrendas que se perdieron con la destrucción del templo y que Tu B’Shvat busca recordar. De entre todos los aprendizajes que da y los entramados simbólicos retomaremos sólo tres: los “impuestos” o “diezmos” destinados en cada cosecha.

De todas las leyes que involucran consagrar las frutas y los productos sólo el diezmo tiene una medida. Para el resto de las ofrendas (bikurim, orla, jadash) el dueño decidía la porción que quería consagrar, sin embargo el diezmo sí tenía una medida y se dividía en tres tipos: maser rishon (diezmo primero), maser shení (diezmo segundo), maser aní (diezmo del pobre).

El primer diezmo se daba a los levitas; con cada cosecha se separaba un décimo de lo cosechado para darlo a la tribu de Levi que no podía poseer tierras. El segundo diezmo se consagraba entre la familia, se iba a Jerusalén y en ritos de pureza se disfrutaba y se comía de lo que se había cultivado. Finalmente el tercero se juntaba y se daba a las personas o familias que tuvieran necesidad de ello.

Como remarca el rabino, los tres diezmos nos enseñan tres formas distintas de relacionarnos con la realidad y el aprendizaje moral que traen. El primero nos recuerda atender el espíritu, los levitas eran los que realizaban todas las labores en el templo, uno iba con ellos para hacer cualquier ofrenda, para participar de cualquier ritual. Dar un diezmo a ellos le enseña a la persona la importancia de limitar la materialidad para atender lo espiritual.

El segundo es justo lo contrario, uno debe disfrutar de su trabajo con su familia. Le enseña a la persona la importancia del disfrute material, del cuidado propio, del poder bendecir y santificar el placer. Finalmente el tercer diezmo que se daba en el tercer y sexto año de la shmita, le recuerda a la persona la importancia de la relación con el prójimo. Le recuerda que el poder compartir de la bendición que D-os le dio es a la vez un gusto y una obligación, la fruta de la que goza le fue dada; por lo mismo debe compartir de ella.

Conclusión

Tu B’Shvat es un recuerdo de eso que se perdió, una forma de interactuar nuevamente con el mundo material desde la coordenada de nuestro presente; y si bien como dice el seder aunque hoy no tengamos el templo para dar ofrendas, aún tenemos el fruto de nuestros labios y el fruto de nuestras acciones.