Enlace Judío – La brusca caída del shekel en los medios financieros internacionales, la creciente fuga de capitales, y el alza de precios de las amplias viviendas que israelíes han levantado en todas las islas del Mediterráneo conducen a pensar que la probable insurrección árabe-musulmana en el interior del país parece constituir en estos días más un deseo de irrefrenables personajes que encabezan la extrema derecha israelí que de contingentes hacinados en Jerusalén oriental, en Judea y en Samaria.

Ciertamente, estas últimas conocen y sufren en las últimas semanas las intervenciones policiales y militares jefaturadas por Itamar Ben Gvir presuntamente dirigidas a reducir la violencia que abruma a ambos lados de Jerusalén.

Acciones que al parecer de no pocos medios parecen exceder un nivel razonable.

Como bien se sabe, una errada acción por alguna de las partes acentúa y multiplica la mutua violencia. Posibilidad que no parece inquietar a la actual coalición gubernamental que en los próximos días pretende avanzar sin pausas en la aprobación de normas y leyes dirigidas a reducir sustancialmente el poder y la influencia de la Corte Suprema.

En estas circunstancias se antoja indispensable para no pocos la activa intervención del presidente Yitzhak Herzog encaminada a propiciar algún género de diálogo entre las partes.

Si esta actitud no tiene lugar, Herzog deberá considerar, en mi opinión, una de tres posibilidades: a) aceptar bajo protesta las decisiones de la coalición gubernamental, b) diferir más allá del plazo aceptado y tradicional, no más de 24 horas, la aprobación de las leyes sancionadas por la Knéset, o c) renunciar a su alto puesto.

Penosas opciones.

En cualquier caso la brusca y mutua violencia que en estos días sacude al país en los espacios señalados no conocerá pausa alguna.

Antes al contrario, habrá de multiplicarse como resultado de irrefrenables comportamientos de las partes.

Sombrío escenario.

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