El reciente choque bélico entre Israel y la Yihad Islámica en Gaza conoce hoy resultados que gravitarán sustancialmente en la política interna del país.

La precisión de los ataques israelíes contra líderes y recursos militares del grupo terrorista, la deliberada abstención del Hamás en estas operaciones, el feliz arbitraje de Egipto y Catar y, en particular, la abstención, al menos explícita y directa, de Teherán en el conflicto tendrán sustantivos resultados tanto en los espacios del Medio Oriente como en el hacer gubernamental y público de Israel.

Aquí y ahora me limitaré a sugerir que las partes se han convencido, si alguna evidencia les faltaba, que Israel cuenta con recursos militares semejantes a los que hoy poseen algunas potencias, en especial en el dominio cibernético e informático.

Un hecho que hasta aquí ha frenado las intenciones bélicas de Irán.

Más aún: si los personajes que hoy componen el gobierno israelí aciertan a captar y comprender esta circunstancia deberían poner freno a la torcida tolerancia que Benjamín Netanyahu revela respecto a sectores que apenas aportan a las ciencias y a la defensa del país.

Por ejemplo, el dilatado apoyo financiero que el presupuesto nacional hoy ofrece a círculos absolutamente alejados de estas actividades es un grave error.

Si no es corregido, Israel no podrá en el futuro lidiar acertadamente con amenazas externas como lo ha hecho hasta aquí.

De aquí la necesidad de renovar las expresiones masivas de protesta dirigidas no solo a asegurar la capacidad defensiva del país.

Deben garantizar la continuidad y fortalecimiento de un régimen democrático y secular que le garantice al país no solo una acertada convivencia con y en el mundo.

El reciente choque probó una vez más quién y cómo Israel defiende y se protege del medio hostil donde vive y crea.

Concluyo: la torcida coalición que hoy nos desgobierna debe cambiar actores y términos.

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