En marzo me acerqué a un amigo querido de la infancia. Le pregunté cómo veía las noticias de Israel, con el proyecto de Reforma pasando primera lectura en la Knéset, el despido de Gallant, Israel postrado, accesos al aeropuerto obstruidos, vías de comunicación invadidas, high-tech saliendo, sindicatos amenazando huelga, caos.

Me respondió que, por primera vez, no estaba de acuerdo con Bibi, en cómo había actuado. Y de paso, en desacuerdo con algunas alianzas que realizó el Likud para conformar la coalición para un séptimo gobierno de Bibi.

Sin duda, la coalición cometió una grave equivocación táctica, liderada por Yariv Levin, Simja Rothman, Bibi y colaboradores, al proponer una Reforma tan ambiciosa, sin tomar en cuenta la oposición que podría causar en amplios sectores de la sociedad israelí.

Aclaro: no vivo en Israel, no convivo a diario con locales; la opinión que aquí expreso deriva de un despertar personal por interesarme y entender los acontecimientos dramáticos. Formarme una opinión. Me propuse seguir las noticias a través de periódicos y videos de medios informativos israelíes y Enlace Judío.

Si bien toca a los ciudadanos israelíes, y solo a ellos, salir bien librados de la crisis iniciada por el proyecto de reforma, quienes amamos a nuestros hermanos en Israel (literalmente) y a Eretz Israel como nación, debemos entender y ayudar en lo que esté a nuestro alcance al proyecto sionista.

Esta es mi versión, en vísperas de Tishá be Av 5783.

De haber la coalición presentado un proyecto consensuado de Reformas, no se habrían gestado tales inconformidades en la sociedad israelí. Pero el problema no solo fue eso. Una cosa fue presentar el proyecto sin consenso, otra mucho más grave fue hacer todo lo que estuvo al alcance de la coalición para pasarlo, a como diera lugar, a sus tres lecturas en la Knéset. No fue una simple omisión. Presentaron su proyecto a inicios de enero y lo mantuvieron tal cual durante tres meses, ¡a pesar de las clarísimas manifestaciones sociales de repudio, con decenas de miles de ciudadanos participando cada sábado durante tres meses!

Pongamos esto en proporción: en México la sociedad civil se enorgulleció en haber realizado UNA macro manifestación civil en el Zócalo en febrero pasado. Una. En Israel, para cuando se presento el proyecto de Reforma a votación en la Knéset se habían realizado DOCE manifestaciones, una por semana, sin acarreados, en varias ciudades del país, principalmente en Tel Aviv.

En Israel, coalición y gobierno son básicamente un mismo poder. El gobierno lo conforman ministros pertenecientes a la coalición que obtuvo mayoría de votos en la última elección. Al frente del gobierno y de la coalición está nuevamente Bibi, posiblemente el líder más hábil del Likud de todos los tiempos.

Pero como decía, la coalición subestimó gravemente el encono ciudadano. Pensó que podría imponerse, utilizando su mayoría parlamentaria. Efectivamente, una mayoría del 53.3% de escaños. Nuevamente, para ponerlo en proporción: en México, un proyecto de tan amplio alcance hubiera requerido no de mayoría simple, sino de mayoría calificada, dos-terceras partes 66.6% de los votos.

El proyecto de Reforma Levin-Rothman entusiasmó sobre todo a los miembros de extrema derecha de la coalición, quedando muchos de los parlamentarios del Likud atrapados en la inercia. Este fue el caso de mi querido amigo de la infancia, quien por primera vez dudó del buen juicio de Bibi, permitiendo el avance del proyecto a todo vapor. Lo mismo habrán pensado tantos partidarios de la “familia Likud”, orgullosos miembros descendientes del Irgún, Beitar, Jabotinsky, Beguin.

Netanyahu tuvo que dar marcha atrás al fulminante despido de su ministro de Defensa Gallant, quien continúa siendo miembro del gabinete como si nada hubiera pasado. Su despido quedó en el olvido y el proyecto de Reforma pausado, mas no archivado. Se reagruparon. Dejaron pasar el mes de Yom Hashoá, Yom Hazikarón, Yom Haatzmaut, y la coalición regresó a sus andadas, esta vez con un proyecto acotado o concentrado en eliminar la Cláusula de Razonabilidad, decisión judicial (no ley) acordada por la Corte Suprema hace 30 años.

Aquí algunos de sus argumentos centrales para cancelar el poder que ostenta la Corte Suprema en Israel de poder invalidar decisiones votadas en la Knéset, valorando su razonabilidad:

  • Que hace 30 años, antes de instaurarse el criterio de razonabilidad, Israel era democrático. Por lo tanto, derogar el criterio no afectaría en nada a la democracia israelí. Así de fácil. Pero olvidan que, durante los últimos 30 años, las relaciones internacionales han evolucionado en ámbitos tan variados como cuidado ambiental, derechos a comunidades LGBT, compromisos sobre derechos humanos. Estos tratados, estos derechos, los cuida la Corte Suprema apoyándose en su criterio de razonabilidad. Por cierto, también en México hay políticos que desean regresarnos a marcos jurídicos de un pasado idílico donde todo funcionaba. Como si la vida fuera así de simple y nuestros jueces la han complicado sin sentido.
  • Que no debiera ser que la razonabilidad de un juez esté por encima de la razonabilidad de aquellos que fueron elegidos por el pueblo para gobernar. Esta manera de pensar también nos es conocida en México. El pueblo justo que no se equivoca. Pero por supuesto que puede “equivocarse” el Gobierno. Por ejemplo: con componendas en beneficio de partidos que conforman su Coalición. Por ello, todo gobierno necesita check and balances (controles y equilibrios) para mantenerse genuinamente democráticos, apegado a derecho.
  • Que los jueces de la Corte Suprema todos tienen un perfil similar, se perpetúan y se protegen. Qué manera de menospreciar a los jueces. Argumentos similares escuchamos en México: jueces elitistas, son una mafia, corruptos. No aceptan que los jueces de la Corte Suprema son personas formadas, colegiadas, reconocidas por sus pares, éticos, profesionales. Y, a todo esto, ¿quiénes son los miembros de los partidos? ¿Qué formación profesional tienen, que se consideran a si mismos superiores a legisladores de carrera? ¿Piensan que el voto popular los hace divinos y por tanto no requieren de escrutinio? Por pensar así viene su similitud a reyes del pasado, iluminados, dictadores.
  • Que los jueces sean votados por los representantes populares del pueblo justo. Una vez más, digno de México. Solo les falta pedir que sus votaciones sean “a mano alzada”. Es claro que elegir a los jueces que los van a supervisar, los convierte en sus incondicionales.
  • Que solo un país como Turquía tiene un sistema parecido de relación Corte Suprema y gobierno. Dicen esto en tono de burla. No reconocen que Israel es un país suigéneris, sin Constitución, sin Cámaras legislativas (ni diputados ni senadores). Israel tiene a la Corte Suprema como único eslabón de control y equilibrio de poder, tiene una Corte Suprema que debe actuar con base a principios tradicionales. Sí, hay que actualizarlos, mejorarlos, pero no nada más desecharlos, o sustituirlos por el buen juicio de los gobernantes que sabemos pueden flaquear, como todo ser humano.

A los manifestantes, la coalición los desacreditan con simplezas. Argumentan que son utilizados, por alborotadores y políticos fracasados, con perfiles nefastos. ¡Caray! 28 semanas seguidas, reuniéndose decenas de miles de personas en las calles de Tel Aviv, Haifa, Jerusalén, Be’er Sheva y puntos estratégicos, ¿todo esto fraguado por políticos fracasados? Den más crédito a los participantes de las manifestaciones, que dedican su tiempo y sus recursos, porque genuinamente les preocupa el destino que tome el país dirigido, no por el Likud, no por Bibi, sino por sus aliados de derecha-derecha en la coalición. Bibi perdió el control. O mas bien lo entregó. Será por mareos o deshidrataciones, o mejor dicho bien por haberse asociado con partidos con líderes en verdad extremos.

A los manifestantes los desacreditan argumentando motivaciones políticas y no democráticas. Dicen: Netanyahu formó seis diferentes gobiernos en sus años al frente del Likud y siempre lo hizo con partidos políticos del centro y de izquierda; solo esta vez no lo hizo porque todos los líderes políticos de centro e izquierda boicotearon a Netanyahu, le impidieron la formación de un gobierno que fuera el deseado para la gran mayoría de los ciudadanos de Israel.

Efectivamente, en esta ocasión ya ninguno de los políticos del centro del mapa político confiaba en Netanyahu; fueron sus aliados y los decepcionó, esta vez le dijeron ¡no más! Y Netanyahu, deseoso de continuar siendo primer ministro y el Likud deseoso de continuar lidereando coalición, hicieron coalición con personajes dudosos como Ben Gvir, que representa la continuación del movimiento del Rab Kahana, fervientes patriotas que manchan valores judíos.

Es por todo lo anterior que, según encuestas recientes, de celebrarse nuevas elecciones, el Likud perdería cerca de la mitad de sus curules actuales, perdería el derecho a mayoría parlamentaria, y todo por haber cedido su liderazgo a la derecha extrema. Mi amigo de la infancia continúa siendo fan número uno del Likud, pero ya no incondicional como antes.

Qué ironía: hoy ¡Likud es izquierda! Porque bien sabemos que todo en la vida es relativo, y con las alianzas que realizó con partidos de derecha-derecha, de derecha completa y de ultra derecha, Likud son los de izquierda dentro de la Coalición.

Mi propuesta para mis amigos del Likud, en buena lid, con el permiso de nuestros jajamim políticos y espirituales: más reflexión, escuchar a amigos, no subestimar, no desacreditar las demostraciones multitudinarias de ciudadanos israelíes de centro y centro-derecha. Quienes participan, semana tras semana, están genuinamente preocupados por el futuro de la nación y dispuestos a todo lo legalmente necesario para detener y conservar los checks and balances – los controles y equilibrios –principios indispensables de razonabilidad.

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