El edicto de expulsión emitido por los reyes católicos de España, Fernando e Isabel, en el cual ordenaban que, a partir del 1 de agosto de 1492, ningún judío podía permanecer en aquel país, hizo que, la comunidad judía de España, que había florecido durante siglos, dejara de existir.

Las sinagogas fueron transformadas en iglesias, las escuelas fueron regaladas a los conventos y las casas abandonadas por los judíos fueron ocupadas por sus vecinos no judíos.

Sin embargo, no todos huyeron cuando se pronunció ese infame edicto.

Era posible permanecer en España, aunque las condiciones para hacerlo eran terribles. Todo hebreo que deseara quedarse debía adoptar el cristianismo y renunciar a toda práctica judía.

Muchos de ellos vivieron vidas que aparentaban ser cristianas en público, aferrándose a la observancia judía en secreto. Por ejemplo; los viernes por la tarde, los criptojudíos cerraban sus ventanas para que sus vecinos no los vieran encender las velas de Shabat; las amas de casa judías horneaban sus jalot a escondidas, mientras los maridos susurraban las palabras del Kidush de Shabat.

Esos judíos secretos sabían que, si un vecino escuchaba sus plegarias, o si algún transeúnte los veía disfrutando de una comida festiva, corrían un inminente peligro de muerte. Cualquier judío de quien se sospechara de practicar su religión era torturado hasta confesar y luego quemado en la hoguera.

Miles de ellos murieron en ejecuciones públicas. El enjuiciamiento público se volvió tan frecuente que, incluso hasta tenía un nombre propio, “Auto de fe”. Tanto que estos espectáculos se volvieron un popular pasatiempo nacional.

Sin embargo, a pesar de aparentar haber adoptado el cristianismo, los españoles nunca confiaron en los judíos secretos en España. Los vecinos y los sacerdotes sabían que continuaban practicando el judaísmo y siempre estaban atentos ante cualquier señal de algún ritual judío.

Los cristianos llamaban a esos judíos “marranos”, un término denigrante sinónimo de “cerdo”.

Mientras tanto,  muchos de ellos buscaban cualquier pequeño indicio de práctica judía para poder entregar a judaizantes a las autoridades.

Don Fernando de Aguilar

En la ciudad de Barcelona, un gran grupo de judíos secretos se aferraron a sus tradiciones. No podemos saber cuántos continuaron practicando la religión ocultamente pero, por la siguiente historia, podemos darnos cuenta de que eran una cantidad considerable.

Don Fernando de Aguilar fue un prominente judío de Barcelona y director de la Real Orquesta de esa ciudad. Era una persona distinguida y disfrutaba de mucha riqueza y prestigio. Cuando entró en vigor el edicto de expulsión, Don Fernando decidió quedarse en España y adoptar públicamente el cristianismo, pero al mismo tiempo, al igual que muchos judíos españoles, él nunca renunció a su fe.

A pesar de que eso implicaba poder ser arrestado en cualquier momento, Aguilar continuó viviendo como un judío secreto.

Cada noche, al regresar a su casa besaba una mezuzá que ocultaba bajo las tablas de su piso. Se preocupaba de comer sólo comida Kasher y de respetar las festividades judías. No obstante, con el correr de los años, la práctica del judaísmo se hizo cada vez más difícil.

Sin embargo, Don Fernando, al igual que el resto de los criptojudíos de Barcelona, hacía todo lo que podía. Ya no quedaban sinagogas en su ciudad, pero grupos de judíos secretos se reunían en privado, arriesgando sus vidas para recitar las plegarias.

España ya no tenía escuelas hebreas, pero las familias hacían lo mejor que podían para brindar a sus hijos las tradiciones judías. Aunque algunos rituales eran casi imposibles de respetar, como por ejemplo oír el Shofar.

Aún así, cada Rosh HaShaná y Yom Kipur, los judíos ocultos de Barcelona y de otros lugares aledaños se reunían en secreto para rezar. En Rosh HaShaná, además de los rezos, compartían una comida festiva clandestina.

En Yom Kipur para no despertar sospechas, se ocupaban de sus negocios en público, sin que nadie supiera que estaban ayunando.

Pero tocar el shofar -y ni hablar de los 100 sonidos para cada día de Rosh HaShaná- era algo imposible. Hacerlo hubiera llevado a un arresto inmediato, seguido de tortura y muerte.

Luego de cinco años de la expulsión de los judíos de España, practicando su religión en secreto y viviendo una doble vida, Don Fernando de Aguilar vio una oportunidad.

En 1497 hizo un anuncio público: el domingo 5 de septiembre, dirigiría personalmente a la Real Orquesta de Barcelona, en el estreno de un concierto compuesto por él mismo.

La pieza que había escrito y que habría de ejecutarse sería diferente a todo lo que hasta ahora se había oído en España. Era, según el declaró, “un homenaje a los pueblos nativos y sus culturas”.

Todo instrumento que había sido inventado en el mundo estaría allí representado.

Cuando llego el día del concierto, la sala donde tocaría la orquesta se encontraba llena. Algunas personas en la audiencia notaron que Don Fernando no estaba vistiendo la cruz de oro que solía usar, pero había tanta excitación debido a esta inusual obra que nadie prestó mucha atención.

Muchos de los que allí se encontraban eran “marranos”.

Cuando se abrió el telón, el concierto comenzó de acuerdo con lo planeado. La música de Don Fernando era interesante. Fiel a su palabra, la audiencia oyó una gran variedad de instrumentos. Hubo campanas y cuernos, instrumentos de cuerda, y una serie de tambores.

 

En medio del concierto, un músico de la orquesta del cual se rumoreaba era un judío secreto, apareció en escena.

Tenía en su mano un inusual instrumento: el cuerno de un carnero.

El músico lo coloco sobre sus labios y comenzó a tocar “Tekiá, Shebarim, Teruá”. Cada sonido del Shofar de Rosh HaShaná se escuchaba por toda la sala, ciento un notas en total. La mayoría de los presentes consideraron que estaban ante una majestuosa ejecución de un inusual instrumento.

Para los judíos secretos de la audiencia, la música de Don Fernando les dio la primera oportunidad en años de cumplir con la mitzvá de oír el shofar.

Ese día era el 1 de Tishri de 5258, Rosh HaShaná.

Poco se sabe acerca del destino de Don Fernando de Aguilar.

Algunos dicen que fue arrestado después del concierto y que fue ejecutado en secreto para que la noticia de su hazaña no se hiciera pública.

Otros  afirman que vivió hasta la vejez y que siempre continuó llevando una vida judía secreta.

Pero lo que sí se sabe es su increíble hazaña de Rosh HaShaná de hace más de 500 años cuando, por un día, permitió que toda una comunidad judía secreta cumpliera con la mitzvá de escuchar el shofar.

 


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