Esa es la convicción hoy compartida por amplios sectores de mi país.

Después de casi dos semanas desde el sorpresivo, y sorprendente,  ataque a poblaciones y kibutzim en el sur de Israel todos los sectores del país revelan una esencial convergencia.

Por ejemplo, la movilización de los reservistas procedió con rapidez. Se trata de 360 mil hombres y mujeres que sin titubeos se han unido desde hace dos semanas a los 160 mil que hoy componen nuestras fuerzas armadas.

En conjunto se ubican y protegen todas las fronteras del país, e incluyen a las fuerzas policiales atentas a cualquier incursión enemiga susceptible de verificarse dentro de ellas.

Se anticipa que la invasión israelí a Gaza puede ocurrir en cualquier momento después de que la opinión pública internacional se convenció que el ataque al hospital Ahli Arab fue resultado de un error de la propia Yihad Islámica.

Por otra parte, las atrevidas visitas a Israel por parte de líderes internacionales, desde el presidente Biden hasta el primer ministro británico Rishi Sunak, nos aseguran que en este difícil momento no estamos solos.

Sensación que se ve ampliada y enriquecida por el firme apoyo de las diásporas, que no excluye a líderes que en el pasado enhebraron no pocas objeciones a los rumbos de la política gubernamental.

Los resultados hasta aquí son penosos: más de 1,400 muertos en los difíciles encuentros con los invasores, 210 prisioneros de diferente sexo, edad y nacionalidad en Gaza, y la alta probabilidad de una multitudinaria y bien armada ofensiva desde el Líbano capaz de multiplicar las víctimas.

Y en este dramático y rojo escenario me abruman no pocos interrogantes.

Uno de ellos: ¿permitirá el presidente egipcio al Sisi el ingreso de al menos algunos centenares de refugiados originados en Gaza que hoy padecen los errores de sus líderes? ¿Olvidará que no pocos de ellos comparten la fe musulmana y la árabe raíz?

Y el otro: ¿se abstendrá Irán de movilizar recursos adicionales, convencionales y no convencionales, en favor de Gaza, aceptando la sustantiva derrota de sus intenciones que tenían como objetivo evitar cualquier entendimiento entre Israel y Arabia Saudita?

En cualquier caso, la unidad de la ciudadanía israelí, averiada si no rota en los últimos tiempos, hoy es sólida y ejemplar. Y sin titubeos se refleja en las fuerzas armadas y voluntarias del país incluyendo a instituciones financieras que voluntariamente postergan el pago de deudas que inquietan a la ciudadanía.

Y con dolor y por elemental honestidad debo agregar: ¿asimilarán este ejemplo no pocos políticos que hoy nos gobiernan?


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