Dando clases a adolescentes uno se confronta con una enorme variedad de temas, por la edad, muchos de ellos cortan como cuchillo el centro de las emociones. Hablan de amor, de identidad, de búsqueda, de esperanza, de aventura, y a veces de un mundo que se ve más grande que nosotros, que nos empuja hacia aceptar nuestra vulnerabilidad. Para muchas personas, la adolescencia es la etapa en la que más se buscan modelos a los cuales asirse.

Las biografías, el arte, las reflexiones que mis alumnos muestran siempre me maravillan y nunca dejan de interesarme. Sin embargo, pertenezco a la generación woke, y por definición tengo conflicto con algunos de los modelos que presentan, o con ciertas concepciones de la identidad que pueden parecerme nocivas. ¿Por qué seguir modelos?, me he dicho varias veces. ¿Qué tanto éstos nos llevan a negarnos, a no aceptarnos, a llenar unos zapatos que no son nuestros?

La verdad no lo sé, pero pensando en modelos me di cuenta de algo muy importante. Siendo adulto, me fascina que Natalie Portman sea judía, que Joni Mitchell, Edna St Vincent Millay hayan expuesto sus sentimientos de forma tan abierta y cada vez que veo a Christine Hayes dar una clase sobre textos talmudicos mi corazón se hincha de alegría. Cuando siento el dolor de la distancia entre un mundo de Torá y mi vida, pongo un disco de Leonard Cohen y su voz amarga me cura. Pocas cosas me hacen crecer tanto como un escrito o una clase de rabbi Sacks. Yo también tengo modelos. ¿Quién soy para negarselo a un tercero, o quién soy para juzgarlos tan duramente?

¿No será más bien que mi labor no es hacerlos transitar fuera de sus modelos, sino hacerlos entender que se puede tener ambos? Podemos aceptarnos desde nuestra realidad, desde nuestros defectos, y al mismo tiempo tener gente a la que admiramos; personas en las cuales nos vemos y nos hacen creer que un mejor mundo es posible, que siempre hay una nueva versión de nosotros mismos.

Se acerca Janucá, y en el judaísmo ésta es una de las festividades que más modelos a seguir ofrece.

Héroes de Janucá

Como toda festividad judía, Janucá tiene un carácter doble: el espiritual y personal, y el histórico. A primera instancia celebramos el triunfo de los macabeos contra la persecución y la guerra de los seleúcidas. Sin embargo, los sabios retomaron este suceso histórico y le dieron una interpretación tanto moral como mística par el resto de la historia. Celebramos la luz entre la oscuridad, la fuerza del intelecto aunado a un trabajo personal y espiritual. Recordamos los milagros hechos por D-os a nuestros antepasados y recordamos la sobrevivencia del pueblo judío en la diáspora y el Exilio.

De esta manera tenemos ambos el crecimiento personal que la época del año nos empuja a llevar a cabo, y modelos a seguir con los cuales podemos identificarnos y los cuales pueden darle una explicación a nuestra historia como grupo. Me encanta que esa dualidad se conserve.

Los siguientes son algunos de los héroes y heroínas de Janucá

Judith

Judith mató al general Holorfanes quien obligaba a las mujeres recién casadas a yacer con él en su primer noche de bodas. Ella le hizo creer que ansiaba el encuentro y en una cena lo durmió y le mató. Es considerada como una de las mujeres más valientes de la historia judía.

Los macabeos

La historia de la guerra de Janucá contra los seleúcidas inicia con los macabeos. Una familia de cohanim que se negó a hacer idolatría y que, por defender el honor de su hermana – según algunos relatos -, iniciaron la revuelta contra los seleúcidas. De ahí surgen varias figuras Matitiahu (Matatías) siendo el más conocido.

Jana y sus hijos

Dentro de las historias se cuenta el relato de una madre y una familia entera que se negaron a cometer idolatría y fueron asesinados por lo mismo.

Yosef HaTzadik

Dentro de los textos talmudicos se ve el problema de Yosef en la Torá como la raíz del conflicto de Janucá. Se le toma como modelo por la respuesta que da a sus hermanos al encontrarlos siendo la mano derecha del faraón.