En el estrafalario mundo del boxeo profesional, una figura peculiar ha comenzado su ascenso. Se trata de Mor Oknin, el boxeador israelí que está conquistando el corazón del público mexicano y que visitará en febrero nuestro país.  May Samra conversó con él, en exclusiva.

Puede que su nombre no le diga nada a nadie pero, si le preguntas a los aficionados al boxeo por “El hijo de Dios”, seguramente ya a muchos les vendrá a la mente el rostro de este peculiar personaje que sube al ring envuelto en la bandera de Israel, con un sombrero charro, y que pronuncia el Shemá Israel como grito de guerra.

“No siempre fui religioso”, confiesa en entrevista remota para Enlace Judío, y narra la historia que podría explicar lo singular de su voz. “A los 19 años y medio, más o menos, tenía que competir en el Campeonato Mundial en Cuba. Y lamentablemente tuve que hacerme estudios de sangre generales y me dijeron que me fuera inmediatamente al hospital”.

En vez de representar a su país en el deporte que había sido su pasión desde la adolescencia, Mor Oknin debió enfrentar una lucha más definitiva y cruenta: le diagnosticaron un cáncer en el cuello. Aunque le extirparon el tumor por completo, Oknin pasó por una larga rehabilitación que lo alejó del ring por tres años.

Entonces descubrió su fe.

Se había salvado de milagro y, si bien su sueño olímpico se había frustrado, tenía la vida por delante. “Después de eso me volví religioso. Sentí la necesidad de agradecer a Dios por haberme salvado”. A los 23 años, luego de uno de entrenamiento duro, Orkin ganó el Campeonato Nacional de Israel, que ya había conquistado varias veces como juvenil.

Oknin narra con orgullo la manera en la que integra la religión a su vida agitada. “Estudio la Torá por la mañana. Después entreno y en la tarde trabajo en el negocio de mi padre, una mueblería (…). Estoy muy conectado con el nieto del Baba Sali, el gran tzadik (hombre justo) rabino David Abuhatzeira, es el hijo Baba Meir Nahariya, por su puesto, el conocido tzadik, todos acuden a él para recibir sus bendiciones”.

“Yo visito al rabino antes de cada pelea. Él me quiere mucho y siempre me motiva.  Me dice qué hacer y cómo antes de una pelea profesional o del campeonato de Israel, me dice ‘no te preocupes, tú ganarás porque tienes una gran protección’, y gracias a Dios yo lo siento y las reuniones con él siempre son increíbles. Son reuniones de fuerza espiritual. Es un gran tzadik y me da mucha fuerza”.

“Viniste al mundo para santificar el nombre de Dios”, le dice el rabino y él acata la encomienda incluso con los guantes puestos.  Pronunciar el Shemá Israel antes de pelear le da la fuerza para demostrar en el ring que está preparado. Lleva la estrella de David hasta en los shorts y cautiva a los aficionados con esa mezcla de furiosa espiritualidad que le ha dado ya sus primeros triunfos profesionales.

Pero si bien las palabras del rabino lo han convencido de que su misión es casi divina, el miedo que siente cada que sube al cuadrilátero lo enfrenta gracias a las palabras de otro hombre, uno diametralmente distinto del tzadik:

“Mike Tyson, el mejor boxeador del mundo, dijo una vez algo muy sabio: ‘hay miedo que te quema y hay miedo que te calienta. Elige dónde quieres estar’. Yo adopté esa frase desde una edad temprana y me guié por ella”.

Con ocho peleas profesionales ganadas y ninguna derrota, Oknin sabe que está cerca el momento en que su gran oportunidad toque a la puerta. Dice que una pelea de dos millones de dólares lo espera y que sus promotores lo incitan a seguir mejorando para alcanzar esa cifra pronto. Pero si hoy nos concede esta entrevista es porque su carrera lo llevó hasta un sitio insospechado: México.

En 2017 me ofrecieron pelear en Sonora, en la noche en que peleaba el campeón mundial Óscar Valdez, de Hermosillo, y esa fue mi primera pelea en México. Fue una pelea contra Ángel Campo, le gané por knockout en el segundo asalto y ahí es donde me descubrieron los promotores y dijeron ‘es un gran campeón, hay que empezar a trabajar con él’.”

Desde entonces, el israelí convirtió al estado mexicano de Sonora en una segunda base de operaciones. Peleó en Agua Prieta y en Hermosillo, “y así es como me conocieron en México”. En este país, los promotores entienden que no puede pelear durante el Shabat, por lo que le programan sus peleas los sábados por la noche o los domingos.

Y como tampoco es sencillo conseguir comida kosher en Sonora, Oknin se la pide a Jaime Kurson, quien le envía sus provisiones para que pueda observar el kashrut mientras entrena duro para su siguiente pelea. Dice que ya ha recibido invitaciones para pelear en Los Ángeles, aunque sabe que su destino, si quiere convertirse en un boxeador de clase mundial, está en Las Vegas.

“Para triunfar en la vida (…) lo más importante es la voluntad de la persona”, dice antes de despedirse de nuestras cámaras. “Leí algo muy bonito en la Cabalá de Rabenu Haari Hakadosh. Él dice que la voluntad de la persona es muy importante. No temerle al fracaso. A veces el fracaso te levanta, te hace crecer y te fortalece. Por eso hay que seguir, creer realmente que puedes lograrlo”.

Actualmente, Oknin se entrena en Netanya para volver a México a pelear en febrero. Será una lucha feroz, pero no tanto como la que sus propios primos enfrentan ahora mismo, mientras se hallan en el frente de Gaza, peleando la guerra en la que Israel se ha enfrascado desde hace casi tres meses.

Quién sabe si algún día “el Hijo de Dios” logrará llevar el Shemá a Las Vegas.

Lo que parece indudable es que lo intentará con tanta pasión como la que le imprime al Shemá en cada sitio que pisa, consciente de esa misión suya de enaltecer el nombre de Dios, el Dios que él piensa que lo salvó del cáncer y lo puso de vuelta en el reino de los vivos.

Entrevista: May Samra

Edición: Bela Braun

Video: David Crespo Neira

Traducción video: Esti Peled


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