Reencontrando mi sionismo… Sentimientos que afloran al estar en Israel a 100 días de la más triste y desgarradora herida después del Holocausto…

“Tenemos dos formas de ver la historia: como observadores o como hacedores de la misma”.

Alivio

Alivio es lo que siento al llegar a Israel. Es como cuando sabes que alguién muy querido ha perdido a un familiar y mientras no vas a darle el pésame, a darle un abrazo, a ver su cara, no te quedas tranquilo. Es muy similar lo que siento, solo que aquí todo mundo ha perdido a alguién… a un familiar, a un hijo, un padre una madre, un amigo, un conocido o conoce a alguien que ha perdido a alguien, o vive una pérdida ambigüa por tener un familiar secuestrado por más de tres meses sin saber qué le sucede a su ser querido, o quizá también ha perdido su propia seguridad, su hogar, su lugar de trabajo, su mañana…

Todo este pequeño grande país está en duelo y yo definitivamente siento alivio al llegar. No hay ningún otro lugar donde pienso que debería estar en el mundo que no sea aquí en este momento.

Me preguntan antes de salir que si voy a hacer una diferencia. No sé. Venir en una situación así es solo una gota de agua en un océano, pero es la gota de agua que está en mis manos poner en este momento, el granito de arena que puedo aportar, así que hoy a 100 días de esta enorme desgracia, aquí estoy y como dicen en hebreo: hineini.

Preocupación

Al aterrizar, cuando salí a la calle jalando mi dos maletas, lo primero que pensé fue: y si suena la alarma ahora ¿qué hago con las maletas, las boto y voy a buscar un refugio o corro con ellas? ¡Esto es lo que viven todos en este país de a diario y en todo momento! Y son situaciones todavía más dramáticas porque pueden ser personas con alguna discapacidad o padres de familia con sus hijos, con carreolas, en brazos o en cualquier momento o lugar en el que esté, su vida se interrumpe para protegerse del peligro.

También a donde vayas hay indicaciones para que sepas en donde están los refugios, ya sea en edificios, parques, tiendas o centros comeciales.

Nos indicaron llegando que si suena la alarma lo que tenemos que hacer es seguir a la gente a nuestro alrededor para saber a donde ir. En el hotel ya preguntamos también donde tenemos que ir si suena la alarma. Nos explican que en general hay un refugio en todos los edificios, pero porque estamos en el quinto piso no nos daría tiempo, si esto sucediera, de llegar al miklat, así que tendríamos que correr a las escaleras.

Preocupación siento también cuando se toca el tema político, los seis frentes de guerra a los que está expuesto Israel, cuando escuchas las circunstancias en las que se dieron el ataque sangriento del 7 de octubre, la fuerza perversa del enemigo, el odio generacional que tienen hacia nosotros. Son preocupaciones que te quitan el sueño, pero con las cuales hay que aprender a vivir. Preocupaciones sobre la guerra que ya traía conmigo y que al verlas de cerca, de viva voz se intensifican aún más.

Hermandad

Cuando escuché del programa Restart Israel, no lo dudé, llamé y luego luego me inscribí, ni siquiera pregunté quienes eran los organizadores, qué contenía el programa, quienes irían y detalles sobre el mismo. Yo quería irme y vi en este programa una oportunidad.

Me ha impresionado que a todas las personas que están en este grupo, le ha pasado más o menos lo mismo que a mí. Son personas todas que no podían seguir en sus casas, en sus países, sin venir a Israel a ver en qué podían ayudar. Somos todos diferentes: en edades, de donde venimos, tenemos distintos intereses, profesiones, ocupaciones… pero estamos unidos por el mismo ideal: apoyar a Israel en estos momentos de profunda agonia.

En el grupo de 40 personas que somos, hay gente que está aquí por segunda vez, otra persona que en tres días decidió y se vino, otras mujeres, hombres que vienen solos desde toda América Latina o Estados Unidos, una madre con su hija de tan solo 14 años, otra madre con dos hijos jóvenes, unos padres con su hijo, la mayoría dejando todo atrás, trabajo, familia, obligaciones… endeudándose algunos, acomodando lo que fuera con tanto de estar aquí. Es una necesidad, una inquietud que no puedes frenar. Esto nos une y nos hace sentir cómodos entre todos. No necesitamos decir palabras, nos entendemos con miradas. Nos ayudamos en todo, nos sostenemos como un solo cuerpo con diferentes brazos.

Tranquilidad

Desde que abordé el avión de El Al me dí cuenta que es la primera vez en 100 días que me volteo a ver las personas que me rodean y me digo a mí misma, nadie me va a juzgar, nadie me va a voltear la cara, nadie me va a dejar de hablar porque soy judía o me va a juzgar de genocida. Aquí todos estamos pasando por lo mismo. Esta sensación de pertenecer, de no ser juzgada, de tener un ideal comun es la que nos da una unidad y una seguridad como pueblo.

Somos uno solo ente, un solo ser que vive en muchos lados, pero respira con un solo pulmón, una vivencia difícil de explicar con palabras, solamente sintiéndola se entiende. Esa tranquilidad que siento me acompaña a lo largo de todo mi recorrido.

Agradecimiento

Turistas hay muy pocos, algunos cuantos que se aventuran a venir en estos momentos todavía cercanos al 7 de octubre, y aquí en Israel todos te lo agradecen. Los soldados agradecen, en las tiendas agradecen, el recepcionista del hotel nos dijo: “Kol Hakavod” y nosotros nos preguntamos y les preguntamos ¿de qué nos agradecen?… Cómo puede ser que nos agradezcan si nosotros somos los agradecidos porque ellos defienden el país, porque tienen la responsabilidad en sus espaldas de que este sueño de 75 años no se acabe.

Así, de agradecimiento en agradecimiento vamos empezando a transitar por un camino desconocido para los que hemos venido a estas tierras en mejores circunstancias. En mi caso a diferencia de la última vez que vine para una fiesta, hoy mi motivo es totalmente distinto, vengo a compartir la tristeza del país y de sus habitantes, a escuchar sus historias y a acompañarlos en estos momentos tan tremendos.

Gratitud sentimos todos también con los organizadores del programa que nos permitió llegar aqui: “La casa” y los madrijim que nos guian tan acertadamente a lo largo de esta experiencia tan fuerte, dándonos aliento y motivación para seguir.

Desolación

El primer día, nos meten de lleno al sur del país, a unos cuantos kilómetros de Gaza. Sderot es una ciudad fantasma ya que 30.000 habitantes han sido evacuados por el riesgo que corren sus vidas. Las persianas de las casas están cerradas, no hay risas en los parques, solamente algunos gatos y perros que están en todos lados en búsqueda de algo para comer. Desolación es lo que siento… pero ellos respiran, se levantan y dicen que la vida sigue, que no se pueden rendir, que tienen que reconstruir el país. Así habla la primera persona que nos recibe ahí :Taly Levy que está refugiada viviendo en un hotel en Tel Aviv por los últimos 100 días. Es un ser humano resiliente que no se va a dejar abatir y en cuanto pueda, quiere regresar a vivir en Sderot, como ella la llama: La Toscana de Israel.

Después, de ahí nos vamos donde ocurrió la masacre de jóvenes inocentes que acudieron al festival Nova. Hasta el momento se cuentan 365 personas muertas, pero existen más de 2.500 historias de terror de los sobrevivientes de esta matanza.

No se puede describir lo que ves ahí, hay fotos de los jóvenes asesinados, han puesto veladoras, flores, dibujos, dedicatorias… caminas y no puedes pronunciar una palabra, es un horror pensar lo que estos jóvenes han vivido sin deberla ni temerla. Simplemente porque fueron a bailar y a divertirse.

Este mismo día nos llevan también al Kibutz Mefalsim que a diferencia de otros kibutzim de la zona, no tiene una historia de terror que contar, ya que ahí por el heroismo de una sola persona, Nir. Auxiliado por un joven de apenas 18 años, se logró neutralizar a los terroristas y el kibutz solamente tuvo tres heridos, ningún muerto. Es una historia de esperanza…

Desafortunadamente, muchas otras comunidades cercanas a la frontera de Gaza no tuvieron la misma suerte y están destruídas, desmembradas, quemadas, saqueadas… la gente se tuvo que ir de ahí y al día de hoy, no saben cual será su destino…

Pasa lo mismo en el norte ya que se teme una guerra desde ahí con Hezbolah. Los israelíes no se pueden dar el lujo de pensar que esto no pasará, con el terrorismo todo lo que nuestra peor imaginación piense, no se aproxima en lo más mínimo a lo que puede suceder.

En total a la fecha el país cuenta con 200.000 personas desplazadas, la mayoría vive en hoteles, familias enteras sin una cocina donde realizar las mínimas e indispensables acciones del día a día. La situación de los desplazados es un drama aparte.

Unidad

El segundo día vamos a una base militar: Mahane Shura donde siempre han recibido los cuerpos de los soldados fallecidos y los preparan para ser enterrados. Solamente que desde el 7 de octubre han recibido también todas las víctimas de los ataques terroristas.

Bentzi Mann el responsable del lugar, nos cuenta que fue un caos, los cuerpos no paraban de llegar, la mayoría descuartizada, mutilada, irreconocible, tubieron que usar la tecnología desarrollada por Estados Unidos desde el 9/11 para reconocer cuerpos calcinados o en estado de descomposición muy avanzados. Una de las historias más dramática que nos contó es la de un padre que llegó con el cuerpo de su hija y que, después se enteró, no era su hija.

Nos comparte todo el vía crucis de las familias, el dolor y la desesperación que se viven en esos momentos…

Aunque habla de tantas tristezas, también nos explica que como judíos nuestras pérdidas y alegrías son colectivas, somos un colectivo, una unidad, lo que pasa en Israel, nos pasa a todos. Vernos a nosotros ahí les da ánimos, se sienten apoyados. Cada visita que reciben quita un poco del dolor interno. Es como si cada uno que viene ayuda a absorver el dolor. En esa unidad del pueblo judío, nos toca a cada quién su parte. En esta base militar y en otra que se encuentra en Modiin preparamos un asado que compartimos con los soldados de la base. De forma espontánea bailamos y cantamos con ellos como si los conocieramos de larga fecha.

De a pocos vas entendiendo la misión de estar ahí en este momento escuchando a personas hermanas y ofreciendo nuestros hombros como apoyo.

Júbilo

“Cuidar de la tierra de una cierta manera es cuidar de la humanidad.”

Trabajar la tierra nos brinda una alegría indescriptible.

Fuimos un día a cosechar naranjas y otro día fresas. El contacto con la naturaleza es sanador. En las dos ocasiones, al terminar nuestro trabajo, nos entró a todos una euforia inmensa. Nos pusimos a bailar y a cantar, a abrazarnos porque estábamos haciendo algo bueno para la tierra, ayudando a granjeros que de un día a otro se vieron sin mano de obra porque ya no podían aceptar a trabajadores palestinos y mucho de los trabajadores tailandeses se han ido por miedo a que volviera a suceder la masacre del 7 de octubre. Esto hace que existan varios programas de voluntariado para recolectar frutas y verduras.

También sentimos satisfacción cuando nos llevaron una mañana a hacer cajas de ropa caliente para los sobrevivientes del Holocausto. A cada gorra, guante o pantufla que metíamos en la caja, en una cadena de producción efusiva, sentíamos un placer y un gozo muy particular.

Esa sensación de plenitud y alegría nos acompañó en estos momentos en donde piensas que estás a donde quieres estar en la vida, reconfortándo nuestros y ajenos corazones lastimados.

Dolor y tristeza profundos

Este es el capítulo más difícil de este relato. La tristeza estuvo presente en cada paso, cada rincón, cada momento, cada historia escuchada, cada mirada, cada experiencia… no hubo un solo día que no afloraran las lágrimas o que no sintiéramos un profundo dolor inaguantable.

Escuchamos a Sapir Cohen, una joven de 29 años que fue secuestrada por Hamás y permaneció en cautiverio por más de 50 días. Su fe y su sonrisa cautivan a cualquiera, aunque quizá esto pasa porque su vida está en pausa ya que su novio Sacha continúa en manos del enemigo y ella todavía no ha regresado a la realidad.

La mamá de su novio, también secuestrada y liberada junto a Sapir, perdió a su esposo, a su madre y tiene a su hijo todavía secuestrado. Ella estuvo ahí sentada durante la plática y de ella no pudimos escuchar ni una palabra, ni una suspiro, ni una reacción, su mirada estaba perdida, su vida frenada, su alma en suspenso… aún sin que un sonido saliera de su boca, fue escalofriante solo verla y entendimos más de su desgracia que con mil palabras.

Tuvimos la oportunidad de conocer a Ron Seguev, un sobreviviente de Nova Festival, un joven de 38 años que junto a su hermano de 33, lograron escapar del infierno en el que se transformó Nova por la matanza perpretada por los terroristas. Su relato supera a Rambo, a Fauda o a cualquier cuento de terror que yo haya jamás visto o escuchado.

Conocimos a Menachem Kalmanzon un soldado de reserva que también junto a su hermano y sobrino salvó a muchísimas personas en el Kibutz Beeri (uno de los kibutzim más lastimados) y al final vivió la desgracia de ver morrir a su hermano frente a sus ojos. Su relato humilde y su reconstrucción tan clara de los hechos te hacen, al escucharlo revivir con él momentos escalofriantes.

Y, como no existen las coincidencias una compañera del grupo que ya nos había relatado el pelegrinaje de toda su familia para rescatar al suegro de su hijo que lleva secuestrado 108 días, tuvo la enorme sorpresa de enterarse que Menachem fue el que salvó a su hijo y esposa de ser secuestrados. Cuando ella se acercó a agradecerle los dos estallaron en llanto y esta será una escena que nunca olvidaré, así como no creo lo podrán hacer todos los que presenciaron este momento…

Fuimos también al hospital Tel Hashomer, ahí nos contó su historia una madre de 6 hijos del Kibutz Keren Shalom cuyo esposo fue alcanzado por una granada y está en rehabilitación desde el 7 de octubre. Él perdió un brazo y la mitad del otro por la explosión de una granada. Cuando lo pudimos saludar me pareció un esqueleto andando. Pocas veces he visto en persona alguien tan desnutrido, en puros huesos, y es que él estuvo a un paso de la muerte. Al preguntarles cómo podíamos ayudarlos a ellos y a su familia, ambos me dijeron que con solamente venirlos a ver se sienten reconfortados y fortalecidos, demostrando una integridad inquembrantable.

Esta es una historia entre centenas de personas que han quedado sin piernas o sin brazos. Solamente en este hospital han llegado más de 200 casos.

Como nunca te puedes ir de Israel sin ir a Yerushalaim fuimos el último día. Nos llevaron a Har Herzl, el cementerio de personas importantes para la historia judía así como de las que tienen funciones relevantes en el gobierno y soldados caídos en las guerras de Israel.

Ver la enorme nueva ala que han abierto solamente para recibir los soldados caídos en esta terrible guerra, es escalofriante.

Siguen llegando familiares y amigos para llorar y recordar a sus muertos… y lo peor… se escuchaba el ruído de motosierras rompiendo el cemento, señal de que vienen otros cuerpos a ser enterrados ¿Cuántos más aguantaremos?

Pero quizá donde más tristeza sentí sin desmerecer ninguna otra tristeza fue el haber estado en Kikar Hahatufim, la plaza de los secüestrados, el día que Kfir, el bebé secüestrado a los 9 meses, cumplía un año en cautiverio. La plaza se llenó de globos naranjas, por este pequeño pelirojo que toda la nación llora…Ahí estaban muchas familias que han armado barracas, recreado un túnel, hecho arte, confeccionado de todo con las palabras: “Bring them back home now”.

 

 

Las vidas de todas estas personas están paralizadas. Deambulan por todo Israel y por todo el mundo en búsqueda de la liberación de sus seres queridos, sin descanso, sin pausa, sin frenos… No hay futuro para ellos sin sus secüestrados, la mesa está puesta a la espera de su regreso… Ese día sentí que toda la tristeza del universo se metía en mi ser. Me dejó paralizada, horrorizada, con una carga que no acuerdo en mi vida haber cargado…

Incertidumbre

Estar en Israel en estos momentos provoca estados de ánimo muy variables y aunque predomina la tristeza hay momentos de verdadero bienestar, hermandad y alegrías pasajeras…. Israel vive hoy dos realidades: una que dicta seguir adelante y otra el vivir la guerra. Es como el clima que me tocó hoy, en donde en un mismo día llovió, sopló fuerte el aire y luego salió el sol resplandesciente.

Nos vamos de Israel, hoy 23 de enero 2024, en otro día negro donde en una emboscada murieron 21 jayalim y otros 3 en otras circunstancias llevando a un total de 24 muertes en un solo día, una tragedia de tremenda dimensión para quienes valoramos la vida.

Después de 109 días el país está lastimado en lo más profundo, su gente está agotada, el dolor cala con fuerza, pero también por otro lado la fortaleza de los israelies es admirable y aunque la incetidumbre regresa a cada rato también saben que la luz de Israel no se puede apagar. Entiendo ahora que para esto fuimos, para esto tenemos que ir todos, para esto somos uno solo y no vamos a dejarnos.

Esperanza

A pesar de todo, aún con todo y todo, con el dolor, con las pérdidas, con heridas tan profundas, con el sangrado del corazón, con la mutilación, con la falta que nos hacen los secuestrados, los soldados muertos, los civiles inocentes arrancados de sus vidas, las familias diesmadas, las mujeres violadas, los niños que perdieron su infancia, los desplazados… aún así seguiremos.

Hay una llama, hay una unidad, hay un ideal, y más que nada no tenemos a donde ir, no queremos irnos, no nos vamos a ir, vamos a resistir, vamos a fortalecer a Israel, vamos a recuperar la unidad, vamos a aprender, a enseñarnos y enseñar al mundo y a crecer y a tranformarnos, vamos a salir adeltante, ¡si lo vamos a hacer!

Esto no puede suceder nunca más, otro nunca más, a 75 años de la existencia de Medinat Israel, porque más que nunca y para siempre gritemos juntos, gritemos fuerte: ¡Am Israel Hai, Am Israel Hai!

Betina Haiat
23 Enero 2024