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BENJAMÍN LAUREANO LUNA PARA ENLACE JUDÍO

Enlace Judío México | El respeto y consideración hacia las opiniones de los demás, aunque repugne a las nuestras, es un signo de madurez psicológica. En la historia, los jefes políticos encarcelaron o mataron a quienes opinaban en contrario.

En el evangelio está escrito: Quien no está conmigo está en contra de mí y los seguidores de esta tendencia no reconocen el respeto a quienes profesan religiones u opiniones distintas a las admitidas oficialmente. Incluso han sido creados sistemas de dogmas y disposiciones para fundar y legitimar la intolerancia, creando murallas para salvaguardar la esencia de su tradición y fe. Incluso se proclama la necesidad de exterminar a quien no sea parte del núcleo creyente.

En la estatolatría (adoración al Estado) la intolerancia ha llegado a establecer el fascismo, caracterizado por afirmar: “Todo para el Estado, nada en contra del Estado” (ninguna crítica, ninguna opinión contraria). En Francia, un rey absolutista dijo: “El Estado soy Yo”. El virrey de México, Lacroix dijo a los indios mexicanos: “Habéis nacido para callar y obedecer y no para ocuparos de la política”. El filósofo sefaradita Baruch Spinoza, el más grande de los panteístas, consideró que es posible encontrar a Adonay en todas las cosas de la naturaleza; sus ideas fueron contrarias a los dirigentes de la comunidad judía de Ámsterdam y le impusieron -sin haber causa religiosa legal- el castigo de la excomunión (jérem), incluso cuando murió fue sepultado en la calle, para que todos pisaran sobre su cuerpo, faltándole al respeto al cadáver que en el judaísmo se le debe dar, negándole sepultura en un cementerio. Antes, otros pensadores como Parménides, Kant, Goethe y el budismo fueron panteístas, destacando entre ellos el judío Alberto Einstein. En nuestros días un “religioso” impidió la sepultura a una judía, porque haciéndolo convertía al cementerio en sucio (taref).

El español Osio, al crear la iglesia, en el año 325, en Nicea (Turquía), impuso el dogma: “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola Cosa, gracias a la transustanciación”. Pero en ese Concilio hubo un opositor, que expresó: Tres es igual a tres; Uno es igual a uno, por lo mismo, tres no puede ser igual a uno. Osio, lleno de ira le dio un lanzazo y el disidente murió. En lo sucesivo el dogma se convirtió en la piedra angular del nuevo credo. Al pasar el tiempo estallaron las guerras arrianas, exigiendo rectificar el dogma, pero no lo lograron, naciendo el cisma (división).

La nueva religión de Estado, consideró que los herejes son enemigos del Estado, por ello, el papa Lucio III, estableció la inquisición en 1184, mediante la bula “Ad abolendum”, dando facultades a arzobispos, obispos archidiáconos para juzgar y condenar a los herejes, actividad en la que deberían participar personas honestas e idóneas, para que dos veces al año, visitasen las parroquias, obligando a tres o más varones de buena fama o a toda la vecindad, bajo juramento, delatar herejes o a quienes realizaron reuniones secretas y si se negaban a colaborar, serían procesados. Así fue creada la sociedad de delación que caracterizó a la “inquisición episcopal”, sumándose a ella Federico II, Hohenstaufen, que introdujo el castigo físico y por su parte, Paulus Hungarus, creó la “Suma de poenitentiae”, que sirvió de base a la inquisición, a pedido de Domingo de Guzmán.

Gregorio IX emitió la bula “Excommunicamus”, para crear la “inquisición pontificia” y en ella los “dominicos” actuaron como inquisidores. En 1252, Inocencio IV emitió la bula “Ad extirpande”, permitiendo practicar la tortura, para obtener la confesión de los reos, recomendando a los torturadores, que no los mutilaran o finiquitaran (asesinaran), definiendo que los reos que se negaran a abjurar de su credo religioso (herejes relapsos), deberían ser entregados al brazo secular, para ser quemados vivos en la hoguera. Así la inquisición se instaló en Aragón en 1249.

El antijudaísmo fue difundido por sacerdotes que agitaron en España, entonces los judíos de Aragón y de Castilla, planearon el casamiento de Felipe de Aragón, hijo de la judía Juana Enriquez, esposa del rey de Aragón Juan II, con la joven Isabel, heredera del trono de Castilla. El rey aragonés cedió a su hijo la Corona de Sicilia, para darle rango. Los judíos castellanos se acercaron a Isabel y ella aceptó, pero su hermano el rey de Castilla, Enrique IV, se opuso pues tenía planeado casarla con otro rey. Ante ello Isabel en secreto se casó con Fernando en 1469, oficiando el Arzobispo Carrillo, con el respaldo del papa Sixto IV. En 1474 murió Enrique IV e Isabel ascendió al trono, proclamándose a Felipe como Corregente de Castilla. Se unieron los reinos de Castilla y Aragón que tenía posesiones en Sicilia e Italia.

En aquellos días Francia quería expandirse y ocupó Italia, motivo por el que el papa de origen judío, Alejandro VI (Borgia), pidió el apoyo de los Reyes de Castilla y Aragón, los cuales liberaron al Papa y éste agradecido les otorgó el título de Reyes Católicos. Por actos de guerra y no religiosos recibieron esa denominación.

El antijudaísmo escribió el “Libro verde de Aragón”, inscribiendo los apellidos Treviño, Rodríguez, de la Peña, Arias, Osorio, León, Luna, Péres, Espinoza, Carvajal, Cuevas, Fresco, de la Garza, Ramírez, del Río, Laurent, González, Hernández y cientos más, para identificar a los judíos y en su momento exterminarlos.

Isabel y Fernando expulsaron en enero de 1492 a los árabes de Granada, último bastión islámico en España, cuya dominación duró 700 años. Existió la sospecha de que los judíos apoyaron la invasión de los árabes a España, por ello, hubo repudio a judíos, a lo que se sumó la presión papal de Sixto IV, que mediante la bula “Exigit sincerae devotionis”, pidió se definiese su devoción, agregándose la agitación política antijudía que exigió la expulsión de los hebreos, los cuales se encontraban en España, aún antes de que llegaran de África los iberos. Isabel designó a un descendiente de judíos, Fray Tomás de Torquemada, como inquisidor general, el cual recibió la orden de proveer de fondos al reinado despojando a los procesados, estableciéndose así la “inquisición española”, bajo el control de Isabel, introduciendo el despojo y la corrupción en el ámbito judicial. Finalmente Isabel y Fernando firmaron el decreto de expulsión el 31 de marzo de 1492. Miles de judíos padecieron a partir de entonces, por aferrarse a las disposiciones de la Ley de Moisés (el Pentateuco). Siglos después el Presidente español, Felipe González, anuló el decreto de expulsión, interviniendo en ello Benjamín Laureano Luna, que solicitó que España iniciara relaciones con el Estado de Israel y así se hizo. Hoy día España trata de que retornen los descendientes de los expulsados.

Al ser expulsados y despojados, unos migraron a Turquía, otros al norte de África, aquéllos cruzaron la sierra de Los Pirineos para llegar a Holanda cantando: ¿A dónde irán las golondrinas que de aquí se van…..?. Quienes planearon y financiaron a la flota de Cristóbal Colón pensaron que habría tierras para vivir libremente como judíos.

Rodrigo de Triana, vigía de la flota de Colón, luego de varias semanas de navegación por el Océano Atlántico, alertó a la tripulación gritando: “¡Tierra!” y los ansiosos marinos preguntaron: ¿dónde? y el vigía contestó en hebreo, señalando con la mano: “hiné” (aquí), por ello al lugar lo denominaron “Guanhaní”

En la Isla Española descubierta (hoy República Dominicana), Colón fundo la primera colonia española en América, y puso como alcalde al judío Luis de Torres, Al retornar por segunda vez Colón, se enteró que los indígenas mataron a todos los españoles porque se condujeron con violencia y pillaje.

España envió doscientas familias españolas a poblar la Isla Española y formar cuatro villas, pero decretó “que en dichas villas, no pudiese morar ni vivir persona alguna de los que de Castilla se desterrasen para las indias, ni que hubiese judíos, ni moros, ni reconciliados, por honra de los doscientos vecinos”. Así se introdujo la intolerancia al Nuevo Mundo. Los sacerdotes dominicos, en función de inquisidores, se encargaron de la persecución.

La inquisición fue instalada en Puerto Rico y organizó una red de persecución en todas las islas del Caribe. Los judíos llegaban en naves de traficantes de indocumentados, como se dice hoy, huyendo de la persecución religiosa en España y, se encontraron que también la había en estas islas paradisíacas.

Carlos V -por disposición del papa- emitió la Cédula Real de 15 de septiembre de 1522, disponiendo que se prohibiese pasar a las Indias a judíos recién convertidos (nuevos cristianos). En la Recopilación de Leyes de Indias, quedó establecido que:”Ninguno nuevamente convertido a Nuestra Santa Fe Católica de Moro o de Judío, ni sus hijos pueden pasar a las Indias sin expresa licencia nuestra.”

En Cuba, Hernán Cortés, organizó tropas para llegar a México. Se dieron de alta los judíos Hernando Alonso Herrero, que construyó -por ser carpintero- los bergantines utilizados para sitiar a Tenochtitlan. Santiago de Carbajal, que curó los pies quemados de Cuauhtémoc, luego de la tortura que se le aplicó para obligarlo a entregar su tesoro, curación que duró meses, tiempo en el que, agradecido por sus servicios humanitarios, le dio oro y con ello, trajo de España a su familia, destacando su hermosa hija Isabel, que le fue presentada al herido Cuauhtémoc, los cuales se enamoraron y nació el indo judío Felipe de Carbajal, cuyos descendientes organizaron la primer rebelión indígena en contra de España en 1626, porque la opresión y tiranía que sufrieron los esclavizados indios provocó esa reacción. Los descendientes de Isabel de Carbajal practicaron el judaísmo. También fue soldado conquistador, Gonzalo de Morales. Tanto Hernando Alonso Herrero como Gonzalo de Morales, fueron quemados vivos en la Plaza de Santiago Tlatelolco, en 1528, por ser judíos. Es la misma plaza en donde fueron asesinados 5,000 estudiantes el 2 de octubre de 1968.

Durante siglos continuó la llegada de judíos de España y Portugal, por ello, el 16 de septiembre de 1802, el rey de España, por conducto del Supremo Consejo de la Santa y General Inquisición, ordenó que no se permitiese saltar a tierra a los judíos, ni internarse en ninguno de los dominios de España.

A causa de la intolerancia practicada en España, implantada por El Vaticano, que deseó construir un imperio religioso en el mundo, los judíos fueron obligados a abandonar España, a menos que renunciaran a su fe mosaica y adoptaran el catolicismo. Los “marranos”, como así se les designó, por aparentar en el día ser cristianos y, de noche practicaban el judaísmo-

Existe en Israel un creciente interés por rescatar de toda América a los sobrevivientes del virreinato español.