SARA SEFCHOVICH

SARA SEFCHOVICH

Las escenas en San Bartolo Ameyalco de los pobladores lanzándoles piedras a los policías, persiguiéndolos con palos, golpeando y pateando brutalmente a uno al que lograron capturar, son todavía más atroces porque los uniformados no se defendieron. Más bien al contrario, se pusieron muy juntitos, con sus escudos al frente para atajar en lo posible el ataque, y se fueron replegando como queriendo desaparecer.

No es la primera vez que esto sucede. Más bien al contrario, desde hace buen rato que ésta es la tónica: así fue cuando los maestros de Guerrero tomaron la Autopista del Sol y agredieron a los policías enviados a abrirla, cuando en Michoacán la gente de los pueblos los retenía y maltrataba, cuando los que cuidaron el Congeso de la Unión en la toma de posesión de Enrique Peña Nieto soportaron el ataque de piedras y botellas y hasta de un automóvil que los manifestantes estrellaron contra las bardas de contención, cuando durante las manifestaciones de la CNTE en contra de la reforma educativa alguien le encajó un objeto punzocortante a una mujer policía, cuando jóvenes vagoneros que hacen desmanes en el Metro los atacan y persiguen.

Varias cosas son preocupantes: la primera, ¿Por qué ese gobierno al que cuidan y defienden no los cuida y defiende? ¿Por qué nunca están bien pertrechados para cumplir su función y por qué jamás llegan a tiempo refuerzos para ayudarlos? ¿No se ha dado cuenta el gobierno que si ellos abandonan a los policías no pueden esperan que la sociedad los respete?

La segunda, ¿Cómo se ha podido dar una inversión tal en las mentalidades que los que les avientan piedras resultan ser las víctimas y los policías que no se defienden los victimarios, aquellos los luchadores y estos los represores, aquellos los inocentes que “no hicieron nada malo” y estos los culpables que hicieron mal su trabajo? ¿Cómo puede ser que a aquellos sus familiares y vecinos siempre los defiendan y exijan su libertad mientras que a éstos nadie, y al contrario, el propio gobierno los acuse de haber violado los derechos humanos o de haberse excedido en sus funciones?

La tercera, ¿Por qué los ciudadanos agreden a los uniformados con ese nivel de violencia? Por supuesto sabemos que hay una larga tradición en nuestro país de policías corruptos, violentos y represores (hace poco vimos el trato brutal que le dieron a una joven en Aguascalientes), aunada al hecho de que ellos representan y defienden al gobierno, lo cual ya en sí los vuelve blanco de ira. Pero, ¿explica eso el grado de crueldad con la que los maltratan? En San Bartolo una mujer tuvo que ponerse encima del policía agredido para que lo dejaran de golpear mientras gritaban ¡mátenlo!

¿A qué horas se aceptó que se puede atacar a los policías y que quien los ataque y apedree y golpee y patee tiene razón?¿A qué horas se decidió mandarlos a hacer su trabajo sin ir pertrechados para ello y sin asegurarles protección? ¿A que horas se empezó a castigarlos por actuar como policías? ¡Habrá que ver qué joven va a querer inscribirse en la policía cuando ve ese trato por parte de los ciudadanos y ese abandono por parte del gobierno! Y entonces sí, ¿qué vamos a hacer sin policías? ¿O vamos a tener que imponer un servicio obligatorio?

En 1968, el cineasta Pier Paolo Passolini tuvo el atrevimiento de defender a los policías cuando los estudiantes los atacaban. Ellos son pobres, malpagados, enviados a la fuerza por el patrón-gobierno decía. Confieso haber sentido lo mismo cuando vi las escenas de Michoacán, de San Bartolo, de los linchados y asesinados en un enfrentamiento reciente con talabosques, hasta de aquella mujer llamada la Lady de Polanco que insultó y empujó a un policía que la detuvo por manejar borracha.

Se que decir esto es política y culturalmente incorrecto. Pero no por el miedo a no estar con la moda hay que callar.

www.sarasefchovich.com [email protected]
Escritora e investigadora en la UNAM

Fuente:eluniversalmas.com.mx