TZVIA GREENFIELD

Mientras estaban limitadas exclusivamente a la comunidad haredi como maestras, las mujeres no eran capaces de generar cambios. Pero hoy en día están obligadas a encontrarse con el mundo, y están tomando conciencia de que existen otras alternativas.

Los crueles dilemas que llevaron al suicidio de Esti Weinstein, que había dejado el mundo ultraortodoxo, así como la actitud hacia las mujeres en la sociedad haredi como aparece en la serie documental de Amnon Levy en el Canal 10, que muestra su empoderamiento aunado a las contradicciones sociales, han puesto en relieve, una vez más, el desconcertante estilo de vida de las mujeres ultraortodoxas. Por un lado vemos a mujeres inteligentes y elocuentes que parecen estar seguras de sí mismas e involucradas en su medio. Por otra parte, esas mismas mujeres cooperan con el intrincado sistema de opresión social dirigido hacia ellas principalmente.

Lo que hace esta situación aún más desconcertante es el hecho de que las mujeres en la sociedad haredi suelen tener una mejor educación que los hombres, obligados a dedicar todo su tiempo al estudio de la Torá o a alguna otra actividad sagrada dentro de la comunidad. Ellas se convierten en el principal sostén de la familia, no sólo porque el padre de la familia está inmerso en los asuntos espirituales, sino porque han recibido una educación general y están interesadas en adquirir habilidades laborales, mientras que los hombres carecen en gran medida de la información y las habilidades que podrían conseguirles puestos de trabajo. Sin embargo, a pesar de las enormes ventajas sociales que poseen las mujeres, vemos cómo se someten a las restricciones impuestas por la sociedad masculina, incluyendo su total exclusión de cualquier participación en la comunidad, dispuestas a tener varios hijos, y por ende aumentar su propia esclavitud.

Una de las acusaciones más emocionales contra Esti Weinstein fue la afirmación de que ella abandonó a sus seis hijas. Pero la dura realidad es que cuanto mayor sea el número de hijos, la función de la mujer es más agotadora, ya que trabaja sin cesar desde la mañana hasta la noche, en casa y o en el trabajo – siendo éste el tornillo más fuerte que la mantiene encerrada en su familia y en la sociedad haredi.

¿Por qué estas mujeres inteligentes cooperan con mecanismos que fueron diseñados para esclavizarlas a una vida de constante explotación? ¿Porque ellas aceptan el consenso haredi que determina que los hombres valen más, a pesar de que su experiencia personal les muestra día con día que no es así, sino todo lo contrario – muchos de los hombres que ellas conocen son muy deficientes, tanto intelectualmente como en sus modales.

Una posible respuesta es que su comportamiento no es muy diferente al de muchas mujeres a lo largo de la historia. Sin embargo, cuando hoy en día han adquirido importantes habilidades sociales, ¿por qué la mayoría de ellas están dispuestas no sólo a apoyar los valores de su sociedad, sino incluso a sacrificarse para que su sociedad pueda seguir existiendo?

Mientras estaban limitadas exclusivamente a la comunidad haredi como maestras, las mujeres no eran capaces de generar cambios. Pero hoy en día están obligadas a encontrarse con el mundo, y están tomando conciencia de que existen otras alternativas. El cambio esencial debe comenzar reduciendo el número de hijos en la familia, y poniendo fin a su exclusión de la vida pública.

Por otra parte, finalmente, el prestigioso estatus laboral que va más allá de proporcionar servicios dentro de los límites del propio mundo haredi también eliminará a los hombres competitivos del entorno haredi limitado. Una combinación de ambos procesos – el de las mujeres profundamente familiarizadas con el mundo exterior, y el de los jóvenes e inquietos hombres, generará una revolución en la sociedad haredi más pronto de lo que suponemos.

Fuente: Haaretz

Traducción: Esti Peled

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