Enlace Judío México.- Informes de bajas masivas entre los niños en Guta Oriental”, dice el encabezado. A partir de aquí, el documento se resume con una sola frase y el resto de la página está en blanco: “Ninguna palabra hará justicia a los niños muertos, a sus madres, a sus padres y a sus seres queridos”. Este es el último informe de Unicef sobre el impacto de la guerra de Siria sobre los niños, cuyas dimensiones son tan brutales que les ha dejado sin palabras. El problema es que si Unicef está sin palabras, impactada por el horror, nosotros estamos sin palabras, movidos por nuestra absoluta indiferencia. Como pasa con la muerte masiva en el Yemen, la muerte masiva en Siria no es nuestro business. Al fin y al cabo, si ya decidimos que no los queríamos refugiar, ¿para qué interesarnos sobre sus vidas y sus muertes?

PILAR RAHOLA

El foco de la tragedia está ahora en Guta Oriental, a orillas del río Barada, la tierra fértil que durante milenios ha alimentado a todo Damasco. Según los informes internacionales, en sólo dos días de bombardeos, con lluvia incesante de bombas por tierra y por aire, han muerto cerca de quinientas personas y los heridos se acumulan por centenares en las ruinas de los hospitales. Seis destruidos en dos días. Según Unicef, la gente que no muere por los ataques está agonizando por el hambre atroz que castiga toda la zona, en lo que se considera “la peor crisis de desnutrición” desde el inicio de la guerra. La desnutrición severa alcanza a un millar de niños, y los convoyes humanitarios no pueden entrar porque el régimen de El Asad bloquea los accesos.

En la crónica de Gina Tosas para La Vanguardia digital, se explica que es tal la destrucción que muchos habitantes de las zonas atacadas no tienen donde esconderse, y “las escasas casas con sótano que quedan en pie no dan para alojar a todo el mundo”. Cabe recordar, además, que Guta Oriental ya sufrió el ataque con gas sarín del 2013, con una cifra verificada de 1,429 muertos, entre ellos 426 niños. La convicción de que El Asad prepara otra gran matanza en esta región rebelde es general, y la posibilidad de que se repita el horror del asalto a Alepo (bombardeado masivamente durante tres meses, con una cifra de al menos 400,000 muertos) ha disparado todas las alarmas. “Si aprendimos algo de Alepo, es hora de evitarlo”, ha dicho el relator de la ONU, pero es un llamamiento en vano, porque Rusia tiene derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, y lo ejerce para blindar la impunidad de las atrocidades de El Asad.

Otra vez, pues, aquí estamos, haciendo un ejercicio doloroso de ine­ficaz denuncia, porque estas palabras no llegan a ninguna parte. Protegida por Rusia y defendida por Irán, Siria quiere ganar la guerra a costa de todo, incluso de la muerte masiva de sus ciudadanos. Lo hace porque puede hacerlo. Ante unas organizaciones ­incapaces y un mundo sordo, ha ­conseguido el estatus de la total im­punidad.

Fuente: La Vanguardia