אִם יִהְיֶה נִדַּחֲךָ בִּקְצֵה הַשָּׁמָיִם מִשָּׁם יְקַבֶּצְךָ ה‘ אֱלֹקיךָ וּמִשָּׁם יִקָּחֶךָ וֶהֱבִיאֲךָ ה‘ אֱלֹקיךָ אֶל–הָאָרֶץ אֲשֶׁר–יָרְשׁוּ אֲבֹתֶיךָ וִירִשְׁתָּהּ וְהֵיטִבְךָ וְהִרְבְּךָ מֵאֲבֹתֶיךָ

Este miércoles 4 de mayo por la noche iniciaremos las celebraciones de Yom HaAtzmaut, el Día de la Independencia de Israel. El regreso del pueblo judío a su tierra es sin duda uno de los mayores milagros de la historia de la humanidad. Jamás ha sucedido que una nación derrotada sobreviviera entre otras naciones, y regresara a su tierra, luego de casi 2.000 años de exilio. Debemos tomar conciencia de la magnitud de este milagro, apreciar al Estado judío y estar infinitamente agradecidos a Dios por pertenecer a la generación de judíos que nacieron con un “Israel” ya existente, y que disfrutan del increíble privilegio de no darse cuenta del milagro que viven.

Los primeros inmigrantes

En 1870, solo unos 25.000 judíos vivían en Israel. La mayoría eran sefaradies y residian en Jerusalem y en Safed. Entre 1870 y 1914, decenas de miles de judíos comenzaron a llegar a Israel desde Europa, escapando de horribles persecuciones, pogroms y masacres. El rabino Isaac haCohen Kuk (1865–1935), uno de los líderes más importantes del movimiento sionista religioso, dijo que no podía evitar ver el antisemitismo europeo “como una forma providencial de hacer regresar a los judíos a su tierra”. En la primera ola de migración conocida como “La Primera Aliyah” (1880-1905), unos 25.000 judíos de Europa llegaron a Israel. Luego, en la segunda aliyá (1905-1914), llegaron a Israel otros 35.000 judíos. Sin embargo, no todos los judíos que huían de Europa llegaron a Israel. Muchos emigraron a Estados Unidos, Argentina, Australia a Inglaterra. ¿Por qué? Porque Israel —que en esos años formaba parte del Imperio Otomano— era tierra de nadie. Mayormente abandonada. No había trabajo. Y la vida allí era muy, muy difícil. A principios de 1900 llegaron también de Yemen unos 2.500 judíos.

Un momento muy difícil

En su libro “Inocentes en el Extranjero”, Mark Twain describió a Israel con estas palabras: “….. Un país desolado cuyo suelo es suficientemente rico, pero está totalmente entregado a la maleza… una extensión silenciosa y lúgubre…. una desolación…. nunca vimos un ser humano en toda la ruta…. apenas un árbol o arbusto en cualquier lugar. Incluso el olivo y el cactus, esos fieles amigos de una tierra sin valor, casi han abandonado el país”. Se hicieron muchos esfuerzos para apoyar a los primeros inmigrantes. Vale la pena destacar a los grandes benefactores de esa época: Sir Moshe Montefiore (1784-1885) y Baron de Rothschild (1845-1934), quienes fueron fundamentales en la compra de tierras, la construcción de ciudades y la organización de colonias agrícolas. Pero a pesar de todos los esfuerzos, a los pocos años de llegar, la mayoría de los nuevos inmigrantes terminaron abandonando Israel debido a las condiciones de vida extremadamente difíciles, la falta de trabajo y la hostilidad de la población árabe local. De los 25.000 judíos que habían llegado en la primera ola de migración, solo quedaban 5.000, incluidos los 2.500 judíos de Yemen. Y de los 50.000 inmigrantes judíos que llegaron entre 1905 y 1914, la mitad acabó saliendo de Israel. Algunos regresaron a Europa, pero la mayoría emigró a Estados Unidos, que ya había absorbido un millón de judíos entre 1850 y 1900, y la tendencia seguía al alza (en 1924 la población judía de Estados Unidos alcanzaba casi los 3 millones de personas).

¿Un sueño qué se desvanece?

La situación en Israel en los años previos a la Primera Guerra Mundial no era ni buena ni prometedora. La colonia judía en Israel, en vez de crecer, se hacía cada vez más pequeña. La emigración desde Europa también se vio interrumpida, entre otras razones, por la ola masiva de asimilación. Desafortunadamente, como resultado de la persecución antisemita, muchos judíos terminaron convirtiéndose al cristianismo para evitar el despojo y la muerte. Por otro lado, muchos de los que salieron de Europa buscaron otros horizontes, especialmente en las Américas.

Todo esto podría solucionarse si los judíos pudieran tener un estado independiente y hacerse cargo de él, política y económicamente. Pero a pesar de los esfuerzos de los activistas sionistas, no se pudo obtener el apoyo político para un estado judío. Cuando el famoso líder sionista Theodore Herzl (1860-1904) pidió desesperadamente al Papa Pío X su bendición para crear un estado en el que los judíos de Rusia pudieran escapar de los pogromos y la muerte, la hiriente respuesta del Papa fue emblemática: “mientras los judíos no se conviertan al cristianismo, no contarán con mi apoyo”….

En 1914 parecía que el regreso del pueblo de Israel a la tierra de sus antepasados ​​se había detenido, y el sueño de un Estado propio estaba más lejos que nunca…

Y entonces, en julio de ese año, comenzó la Primera Guerra Mundial. Y el Medio Oriente estaba por cambiar radicalmente.

Continuará…


 

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