Enlace Judío / Rab Yehuda Prero – A veces nos pasa a nosotros… Como todos sabemos, el tema principal de Tisha B’Av es el hecho de que nuestro Templo Sagrado -nuestra fuente de inspiración, realización espiritual y visión- fue destruido.

Todo lo que un judío necesitaba hacer para reconectarse con la Presencia viva de Di-s Todopoderoso, en los viejos tiempos, era subir la montaña hasta el Beis HaMikdosh en Jerusalén. Y allí podía ver la procesión sagrada de los Cohanim y los Levim en todo su esplendor; oler profundamente el incienso ardiendo; escuchar atentamente la música. Eso era todo lo que tenía que hacer un judío para volver a encender su corazón.

Pero ahora tenemos que valernos por nosotros mismos para llenar ese vacío. Ciertamente tenemos nuestra sagrada Torá y nuestros maestros, nuestros recuerdos inspiradores, así como visiones de un futuro judío inundado de santidad y pureza recuperadas. Pero es muy difícil.

De hecho, somos como niños repentina y trágicamente huérfanos (Dios no lo quiera), que inesperadamente debemos librar nuestras propias batallas, explicarnos las cosas a nosotros mismos y llorar por los muertos al mismo tiempo.

Por eso ayunamos en Tishá B’av, andamos descalzos, nos sentamos en sillas bajas y apenas saludamos a nuestros vecinos. Por dos razones: porque así es como lloramos y porque así lo exige la halajá de la Torá.

Pero también hay una razón más profunda. Porque estamos aturdidos y completamente estupefactos de que toda esa gloria y consuelo hayan desaparecido.

¿Es de extrañar, entonces, que no se nos ocurriera comer en Tisha B’Av, que nos sentáramos en sillas bajas, nos lamentáramos y apenas nos saludáramos? Después de todo, estamos solos, y profundamente, profundamente apesadumbrados.

Pero hay otros temas que Tishá B’Av toca también, aparte de nuestra terrible pérdida. Es aquel al que nuestros sabios se refirieron como la causa de la destrucción del Beis Hamikdosh-“odio sin sentido””. Facciones de nuestro pueblo odiaban a otras facciones de nuestro pueblo, y éramos crueles los unos con los otros.

Entiendanme ahora- para bien o para mal, no voy a discutir las peleas internas judías. Cómo grupos de judíos vomitan odio hacia otros grupos de judíos. Prefiero hablar del pequeño “odio sin sentido”, el tipo de mezquindad que a veces expresamos a nuestros amigos y vecinos cuando sufren y padecen.

“¡Imposible!”, dices. “¿Quién golpearía a alguien cuando está en el suelo?” Pero eso ocurre todo el tiempo. De forma activa o pasiva.

Es decir, nos desvivimos por hacer daño a los que sufren porque nos invade una vena mezquina. O -y esto es más común, afortunadamente- simplemente nos sentamos y no les ayudamos.

El profeta Jeremías, autor del Eijá (“El Libro de las Lamentaciones”) que recitamos en Tishá B’Av, subrayó este punto cuando habló en nombre de aquellos de nuestro pueblo que estaban sentados en las cenizas de la antigua Jerusalén.

Como dice, en el versículo 1:12: “¿Acaso no os importa nada a todos los que pasáis de largo? ¿Acaso no os importa nada mi dolor? ¿Cómo puedes simplemente pasar de largo? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor, que fue traído sobre mí, con el cual me afligió Di-s en el día de Su furiosa ira”.

En otras palabras, los que sufren a veces nos gritan: “Escúchame y toma en serio mi dolor. Necesito tu ayuda. Y no hay nadie que me consuele”. Como continúa el texto, “El consolador que debería aliviar mi alma”, es decir, los seres queridos y los amigos de los que debería haber podido depender, están “lejos de mí” (1,16).

¿Acaso no somos culpables a veces de este tipo de abandono emocional? ¿Y no es ése también el tipo de “odio insensato” al que se referían los sabios?

Tengo dos oraciones para esta temporada de Tisha B’Av: Que D’s, el Ribbono Shel Olam, nos inspire este año no sólo a llorar nuestras propias pérdidas, sino a estar ahí para los demás en su dolor y tristeza.

Y que nunca volvamos a conocer la pérdida.

Fuente: torah.org