El miércoles comenzó la conmemoración de Tishá b’Av (nueve del mes de Av), en la cual los judíos guardamos luto por la destrucción de los dos templos (uno, en la época babilónica; el otro, en la época romana), y por muchos otros eventos trágicos que ocurrieron en esta fecha a lo largo de la Historia.

Sin embargo, toda tragedia tiene su contraparte, especialmente cuando hablamos de gente resiliente. Y si hay un pueblo que, con el paso de los siglos, ha aprendido a sacar fuerzas de sus desgracias, o ha convertido la desolación en una poderosa fuente creativa que le ha impulsado a seguir adelante, es el pueblo judío.

Centrándose en la época de los babilonios, Irving Gatell nos explica cómo la destrucción del Primer Templo empujó a los sabios judíos del postexilio a elaborar una serie de ideas, enseñanzas, doctrinas o hasta normas de conducta, que revolucionaron el concepto universael de religión, y que dotaron al pueblo de Israel de una fuerza de espíritu que, hasta este momento, ha demostrado ser indestructible.

El Beit Hamikdash fue destruido por los babilonios, y nosotros seguimos guardando luto por ello. Pero eso sucede así porque nosotros aquí seguimos, aquí estamos. Los babilonios, los que trataron de destruirnos, no. Desde hace miles de años que son polvo en la historia.

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