Enlace Judío – Algo que siempre me ha sorprendido del lenguaje y las personas es lo distintos que somos y al mismo tiempo tan parecidos. Tanto así que tenemos un sin fin de formas de decir las mismas cosas e irónicamente nunca son las mismas. Es decir, todos amamos pero nunca amamos a las mismas personas ni de la misma manera. Sin embargo, tenemos la palabra “amor” a la cual nos podemos referir. Lo mismo ocurre con la felicidad.

Sabemos cuando somos felices porque lo sentimos en nuestro cuerpo porque nos produce un estado de alegría, a veces euforia, de conexión, de algo profundo y genuino. Aun así pasamos toda nuestra vida buscando la felicidad porque en realidad nunca nadie sabe dónde se encuentra. No hay recetas. Es distinta para cada quien y encontrarla consiste en aprender a conocernos. Este mensaje resuena profundamente con lo que la festividad de Sucot y Sheminí Atzeret (Simjat Torá) enseñan.

Euforia vs alegría

Desde Aristóteles hasta Austen siempre hemos marcado una diferencia entre la euforia, la alegría y la felicidad. Entre un sentimiento momentáneo y un estado que se prolonga a lo largo de los días. Varias fuentes nos dicen que la felicidad no es momentánea, que se logra dentro de una forma de vida o un sistema donde el sentimiento de alegría y de paz puede ser continuo. Además es algo que se vive no en sí que se piensa. El judaísmo plantea a la felicidad máxima como el conocimiento de D-os y a las mitzvot como aquellas acciones que nos llevan al mismo. Son una forma de vida que nos incluye dentro de un entorno y proponen una variedad inmensa de experiencias.

Sin embargo, son sólo para el que quiere llevarlas a cabo. No hay hombre que este totalmente desprovistas de ellas, ni hombre que las cumpla plenamente. Son un proceso, y más que eso una conciencia interna; un encuentro con el mundo. Finalmente el conocimiento de D-os no es racional es a través de la vivencia. Uno no piensa que es feliz uno siente cuando está en estado de plenitud. Uno no habla sobre su alegría, uno la vive.

Cabalá

Aparte hay cosas que evitan que lleguemos a ella. Hay cierto aprendizaje y cierto dolor que vivimos en este mundo que a veces forman capas o barreras que nos detienen. En el fondo aceptar la felicidad, reconocer cuando la vivimos también es un trabajo personal que realizamos con el tiempo.

La Cabalá plantea al mundo como receptor de la luz divina. Al mismo tiempo que plantea la materialidad como poseedora de esa luz escondida en capas. El hombre es quien mira y descubre esa luz, quien la “destapa” por así decirlo. Ambas metáforas se refieren a un trabajo de apreciación que el hombre hace. Lo cual habla de una paradoja humana, uno no puede forzarse a ser feliz, la felicidad llega a nosotros y nos habita pero uno si puede trabajar tanto para construir el ambiente que hace surgir la felicidad en su vida, como por aprender a verla. Aprender a encontrar belleza en el mundo que lo rodea. Las barreras que nos alejan de ella son muchas pero uno trabaja para reducirlas.

Sucot y Sheminí Atzeret

Sucot y Sheminí Atzeret justo hablan de la felicidad y de la la alegría. Uno debe alegrarse en la Sucá y la única mitzva de Sheminí Atzeret es alegrarse. El énfasis además es en el estar presentes, en vivir y experimentar el mundo que nos rodea con paz y tranquilidad. Salimos de nuestras casas a la Sucá para ver a D-os en el mundo.

En ambas festividades también se realizan Hacafot. Bailes a través de los cuales representamos el deseo de tirar esa barreras que nos separan. En los cuales también recordamos el encuentro con la alegría a través de nuestras acciones y a través de nuestro aprendizaje.