Si preguntamos qué fue la inquisición española, podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que ha sido una de las tragedias más grandes de la historia del pueblo judío. En el siglo XV, la corona española tomó la decisión de erradicar a todos los judíos de España: irse o morir. Y en caso de quedarse, morir quemados vivos ante cualquier tipo de acusación.

Es así como el pueblo judío, después de más de 500 años, aún recuerda esos domingos en las plazas de distintos lugares de España, donde se celebraban los autos de fe. En estos eventos, se quemaban vivos a los judíos “herejes”, mientras el pueblo vitoreaba y aullaba de éxtasis, esas mismas personas que años antes eran vecinos de esos mismos judíos, ahora en la hoguera, solamente por profesar una religión.

Hace menos tiempo, en septiembre de 2015, la “España moderna”, es decir, la España pre-Sanchista, dio un paso adelante hacia la justicia social, reconociendo como error histórico el haber desterrado, perseguido y asesinado a tantos judíos durante la Inquisición. En un hecho sin precedentes, el gobierno español publicó una normativa para que los sefardíes, sean judíos o no, puedan recuperar su nacionalidad española. Qué gran logro fue este, un verdadero avance hacia la justicia, hacia la verdad y la tolerancia.

Hoy ese 2015 parece tan lejano como 1492. España ha cambiado. Nos encontramos en un país donde sus gobernantes muestran niveles de antisemitismo que sorprenden a toda su sociedad. El presidente Pedro Sánchez, junto con sus socias Yolanda Díaz y la innombrable Ione Belarra, dejarían avergonzada a la misma Isabel la Católica.

Es cierto que hoy, los judíos contamos con seguridad jurídica, legal y social en España… no hay autos de fe en las plazas públicas en España, y de momento no han enviado a ningún judío a una hoguera, al menos no en España. Pero la Inquisición no empezó en un día. Inició con un proceso donde sus dirigentes, en aquel entonces la corona española, motivados por antisemitismo puro, tomaron decisiones que llevaron al imperio español a su decadencia. También es cierto que el verdugo inquisidor de hoy no estuvo localizado en España, sino que se localizó en los kibutzim en Israel, en un concierto que celebraba la paz, en hogares de familias donde bebés, niños y madres fueron quemados vivos, muchos de ellos obligando a sus familiares a presenciar tal barbarie, y sus vecinos (los gazatíes) gimiendo de alegría pura, presumiendo a sus padres cuántos judíos habían asesinado a sangre fría.

Seamos honestos, la España de hoy, la España “Sanchista”, es tan antisemita como fue la España de los Reyes Católicos.

Hoy tenemos a un presidente de gobierno haciendo gira por Europa y por cualquier país que se le cruce, para buscar apoyos para reconocer a Palestina como un estado, claro, como premio por haber perpetrado ese 7 de octubre el peor ataque terrorista del mundo judío y la mayor matanza de judíos en un solo día desde el Holocausto.

Dudo que el presidente Sánchez lea este artículo, dudo que su séquito de seguidores analfabetas y antisemitas lleguen a leer estas letras.

Mi mensaje va dirigido a un público más consciente, que recuerde que a lo largo de la historia de la humanidad no hay civilización antisemita que haya sobrevivido, que el pueblo judío vive y que hoy somos más fuertes que nunca, le guste al presidente de España o no.

 


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