Enlace Judío México.- Los soldados confederados aullaron el grito rebelde en Gettysburg, los paracaidistas estadounidenses gritaron “¡Gerónimo!’ cuando saltaron en Francia en el Día D, y los terroristas musulmanes radicales gritan “Alau akbar” cuando matan inocentes en las calles de Estados Unidos. Sean destinados a calmar los nervios o a imponer miedo en los corazones de los oponentes, los gritos se volvieron un emblema, a veces un grito de bravura y heroísmo, pero a veces un grito de venganza cobarde.

THE WASHINGTON TIMES

Mohammed Atta, uno de los villanos del ataque del 11/S, dejó instrucciones en su diario para los que lo seguirían en maldad de gritar “‘Alau akbar’, porque esto infunde temor en los corazones de los infieles.”

El grito no infunde temor tanto como una identificación rápida y conveniente del perpetrador y sus objetivos cuando hay masacre en la calle, o en un aeropuerto, o un club nocturno. “¡Alau akbar!”, gritó Amor Ftouhi cuando acuchilló a un policía en Flint, Michigan, y lo repitió varias veces en su día en el tribunal. Un separatista negro gritó “¡Alau akbar!” cuando mató a tres inocentes en Fresno, California, y un separatista negro musulmán lo gritó cuando acuchilló a diez compradores en un centro comercial en Minnesota. Y el hombre que manejó un camión sobre una ciclovía en Manhattan, matando a 8 e hiriendo a 11 gritó “Alau akbar” cuando salió de su camión.

Para los musulmanes buenos y pacíficos, esta percepción de que el grito es un emblema del terror islámico radical infunde un dolor en un corazón devoto. “Ese es el motivo por el cual duele eso el martes, ‘Alau akbar’, esas dos palabras simples tan cercanas a nuestro corazón, dieron forma al instante a la cobertura noticiosa entera y a la respuesta presidencial,” escribe Wajahat Ali, una abogada y dramaturga, en The New York Times. “Una frase común y benigna usada diariamente por los musulmanes, especialmente durante los rezos, es entendida ahora como código para “fue terrorismo.”

“Dios es bueno, Dios es grande”, la traducción del árabe, es similar al grito de guerra que el Papa Urbano II instó sobre los cruzados católicos en el año 1095 cuando los envió para arrancar la Tierra Santa del control musulmán. Cuando el Papa terminó su arenga muchos en la multitud gritaron “¡Deus hoc vult!”–“¡Dios lo quiere!”
Los gritos de guerra pueden ser gritos de fe, pero a veces pueden ser blasfemia, también. Las promesas de dolor y muerte en el nombre de Dios seguramente provocan dolor en el corazón divino.

 

 

Fuente: The Washington Times

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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